jueves, marzo 03, 2011

Crónica de una ruptura anunciada

Cuando conocimos a Isabel, a todos les cayó bien. Menos a mí. Nunca me tragué su buena onda, su actitud tan confianzuda con gente a la que veía por primera vez, y esa pose de chica de mundo, tan top y ganadora. Poco tiempo me costó darme cuenta que era una pantalla. Dar consejos sobre look cuando está gorda como tonel, con un corte de pelo horrible, la cara llena de acné y ropa de abuela. En fin...A las pocas semanas concretó su romance con Martín, quien parecía flotar en las nubes y declaraba a los cuatro vientos haber encontrado ¡por fin! a la mujer de su vida. Todos estábamos felices por él. Incluso yo, que nunca compré su personaje de polola perfecta, pero si hacía feliz a mi amigo...¡bien por ella!
Pocos meses después sacó las garras: manipuladora, intrigante y cahuinera. Tratamos de hacerle ver a Martín que su Isabelita era medio doble. Y él no se dio por enterado, y acabó por enojarse con nosotros, ya que ella logró convencerlo de que, de la nada le habíamos agarrado mala, dando vuelta todo. Es que ella es así: vende su pomada de perfecta en todo. Y si algo no le sale bien...logra armar en su perturbada cabeza un montaje para dar vuelta las cosas y culpar siempre al empedrado. Él se alejó de muchos amigos, porque su novia provocó situaciones desagradables con varios de nosotros, motivada por su envidia y amargura. Insultó a prácticamente todos los amigos de Martín: "éste es un alchólico", "ella es una suelta", "él es un flojo", "ella es mala madre", "él es irresponsable", "ella es mala amiga", y otras bondades por el estilo salían de sus amargados labios. Conversar con ella era escuchar un monólogo `constante, sin aceptar opiniones discordantes, acerca de tres temas: pelambres, desgracias o una interminable autoalabanza donde se definía como la polola perfecta del hombre más maravilloso del mundo.
Tanta melosidad no me la tragué. Desconfío de las relaciones perfectas. Y no me equivoqué. Menos con alguien tan intrigante y manipulador, que a cada rato demostraba su maldad y hacía daño. Consiguió, a punta de manipulación, seducción y mentiras, la anhelada roca. Un anillo apoteósico, junto a la fecha de rigor. Muchos, ya entonces, predecían un desastre. Nadie con mala intención. En verdad, deseábamos, de corazón, estar equivocados y que ella nos tapara la boca a todos. Pero no fue así. Y luego de un par de años de un matrimonio que ella se empeñó en hacer parecer perfecto, decidió terminar. El pobre Martín no entendía nada. Los amigos volvieron a hablar con él y a recordarle sus advertencias y cómo él, en ese entonces, estaba dispuesto a jugársela con una mujer complicada. ¡Y no se acordaba! Es que cuando alguien está "embobado" de amor, no quiere ver ni escuchar nada.
¡Qué pena! Y ella, por supuesto que sigue pintándole a quien quiera escucharla, una trágica historia, donde ella es una pobre víctima, como si fuese una blanca paloma, la mujer perfecta cuyo marido "no dio la talla". Cuando en realidad es una falsa, manipuladora e intrigante, con el vestido de novia en el bolsillo, que luego de conseguir lo que quería, se dio cuenta de que no era suficiente. Porque no basta con casarse con un hombre espectacular, tener la roca, el vestido y una ceremonia de ensueño. No basta con que su marido la quiera y le aguante todo. No basta con tener una casa maravillosa. Además, él quería que se deslomara para mantenerla como reina, con casa en la playa, tres autos, dos nanas y un viaje anual. Y como Martín no ganaba como para eso, le pareció que era insuficiente para "ella", tan top y tan excelente profesional.
Isabel es una de las mujeres más falsas y despreciables que he conocido. Hace mucho que dejé de hablarle (poco después de que se casó), la bloqueé de facebook y dejé de contestar sus llamadas. Porque me enteré que, por envidia, hacía comentarios agrios y malintencionados sobre mí a mis espaldas. Ahora que ya no está con mi amigo, tengo la fortuna de no tener que verla más. Pero, obviamente, no celebro su ruptura. Jamás podría celebrar una separación. Además, igual debe sufrir siendo como es.

2 comentarios:

Alejandra dijo...

Qué porquería de persona.

A ellas las he aprendido (luego de mucho esfuerzo, hay que decirlo) a reconocerlas al vuelo.

Lo que más me carga de las intrigantes y manipuladoras es que piensan que todas hacemos lo mismo y viven viendo maldades y trastadas donde no las hay.

Todo pillo es desconfiado. Cada uno juzga según su condición.

Rocio dijo...

aggggg q peste de mujer!!! gracias a Dios tu amigo se libro de ella que parásito!