jueves, febrero 28, 2013

Valle de la luna

La separación fue dolorosa. Él pensó que el corazón le explotaba. Ella sintió que se le abría el piso. Sus sueños de casarse con él, en el Valle de la Luna, vestida de verde, le parecían ya una estúpida quimera. Sólo tenía diescisiete años. Pero de verdad creía que jamás volvería a amar a alguien de esa manera. Habían sido amigos desde niños y, sin saberlo, siempre lo quiso.  El año anterior, todo había cambiado entre ellos: se había dado cuenta de que su mejor amigo, su partner, era mucho más que eso.  Un beso había cambiado todo entre ellos y fue el comienzo de un año maravilloso. Al menos al principio. Poco a poco llegaron los roces, los dramas, las inseguridades y los celos. Parecían la pareja perfecta: amigos desde niños, de personalidades muy parecidas. Pero, por algo se dice que los polos opuestos se atraen. Un día, ella se dio cuenta que ya no más. Lo amaba, pero ya no lo soportaba. Era como verse constantemente reflejada en un espejo, con sus cualidades, sí, pero también con todo aquello que no le gustaba de sí misma. Terminar con él fue una decisión difícil. Lo adoraba, y no sólo perdía a su supuesta alma gemela: también perdía a su mejor amigo. Pero tomó la decisión, y aunque le costó un litro de lágrimas, bajar varios kilos y dos semanas de insomnio, fue lo mejor.
Para él, fue muy distinto. Él siempre la quiso. Desde niño. Y no como amigo. Cuando la vió por primera vez, a los 9 años, pensó que era una princesa de cuentos. Su princesa. La consentía en todo. Jugaban a lo que ella quisiera. Pasaron los años, llegó la adolescencia, las primeras fiestas y los primeros romances. La vio enamorarse de otro y ella se lo contó entusiamada, mientras le brillaban los ojos. Se hizo el loco, dejó que le presentara a cientos de amigas, mientras ella lloraba por un amor no correspondido. Y ahí estuvo él, siempre escuchándola. Cuando la vio pololeando con otro, se dio cuenta que debía olvidarla y encontrar a otra persona. Pero aquello no duró mucho, sólo un par de meses. Ella duró más tiempo, pero cuando terminó, nuevamente él estuvo allí para contenerla. Parecía que aquello era un amor imposible. Enamorado de su mejor amiga...tan lejos y tan cerca a la vez...
Pero algo ocurrió ese invierno. Se conocían hace nueve años. Él estaba en su último año de Colegio, a ella le faltaban dos. Ella se enteró que él estaba saliendo con alguien que conocía. Una chica que le caía bien, hasta el minuto que supo que salía con su mejor amigo. Ahí le tomó antipatía y no sabía por qué. Le dolía la guata cada vez que lo veía con él y no entendía nada. Se dejaron de ver un tiempo, de llamarse, de pasar esas tardes interminables viendo películas. Ella también salía con alguien, pero se le había pasado el entusiasmo inicial. Decidió terminar esa relación que no tenía futuro y estaba feliz. Esta vez, no hubo sufrimiento. Decidió que pasaría sola un buen tiempo. Sólo tenía diesciséis, para qué amarrarse.
Dos semanas después, él la llamó. Era un frío día de julio, ella disfruba de los primeros días de vacaciones de invierno, luego de dos semanas llenas de pruebas y trabajos. No sabía porqué, al oírlo, sintió algo raro en el estómago. Pensó que era el colon irritable de nuevo...él se escuchaba triste, preocupado, desorientado, sentimientos típicos de alguien que está por terminar IV Medio. Decidió ir a verlo. Quería mucho a su amigo. Iría a subirle el ánimo y a decirle que sería el mejor médico de Chile, que sería puntaje nacional y que era seco. Antes de colgar, le preguntó por su novia...y no supo por qué, se alegró tanto cuando supo que habían terminado...hace un mes.
Cuando llegó a su casa, él la recibió con un gran abrazo. Le confesó que la echaba de menos. Y le preguntó por su novio...ahí ella le dijo, muy tranquila, que ya no estaban juntos. Él no ocultó su alegría. Le dijo que ese chico no era para ella, y que por eso él se había alejado, porque le dolía verlos juntos. La miró a los ojos cuando se lo dijo y ella creyó que se iba a desmayar. Nunca había sentido eso. Nerviosa, cambió tontamente de tema, le preguntó por sus problemas, le contó anécdotas del Colegio, de las vacaciones...fue pasando la tarde, se pusieron a ver una película por la tele, y cuando ya era un poco tarde, ella decidió volver a casa. Vivían muy cerca. Él se ofreció a acompañarla. Y cuando estaban en la puerta de su casa, él le dio un beso. Eso fue todo. Ahí, ella comprendió porqué le dolía el estómago cuando él le hablaba y porqué se mareó cuando él la miró a los ojos. Nunca había querido a alguien de esa manera. Y cuando supo que él siempre la quiso, pensó que moriría de felicidad. Así pasaron seis meses. Soñaba con casarse con él, en el Valle de la Luna, vestida de verde. Soñaba que vivirían en Roma, con cuatro niños y tres perros. Era muy niña, muy consentida. Pero de a poco, comenzó a despertar. Y así, un año tres meses después de ese primer beso, todo terminó.
Decidió que lo mejor era no verse más. Él estaba muy dolido y estuvo de acuerdo. Meses después, ella supo que él ya estaba acompañado y fue doloroso. Más noches de insomnio. Pero pudo superarlo. Conoció a otros, volvió a ilusionarse. No todavía a enamorarse. Faltaba tiempo para eso. Se lo encontró casualmente. Él seguía acompañado. Se veía muy feliz. Esta vez, sí se alegró por él, no le dolió nada al verlo. Pudo conversar y mirarlo a los ojos sin sentir nada. Fue raro, pero bueno.
No se volvieron a ver. Ella entró a la Universidad, conoció gente nueva y volvió a enamorase varias veces. Hasta que se encontró con su alma gemela de verdad. Que no era como verse a un espejo, sino todo lo contrario. Quiso pasar toda su vida con él, pero ya no importaba cómo ni dónde. Un vestido verde y el Valle de la Luna le parecían tonteras de niña chica. Se casó de blanco, por la Iglesia, sólo tuvo dos niños y un perro. Pero era más feliz de lo que nunca imaginó.
A veces se acordaba de él, y pensaba qué sería de su vida. Ella no sabía que a él le pasaba lo mismo. Estuvo con muchas mujeres, pero nunca la olvidó. Ya no la amaba, pero inconscientemente, en cada una de las mujeres que amó, la buscaba a ella. Su primer amor. Y un día se encontraron en un parque. Cada uno con sus familias. se saludaron cordialmente, y cada uno siguió su camino. Él se quedó pensando lo diferente, físicamente, que era el marido de ella, a él mismo. En cambio, a ella le llamó la atención lo parecida a ella que era la mujer de él. Era como ella quería ser cuando tenía diesciséis.
Fue raro encontrarse. Cada uno pensó un ratito, esa noche, en el otro. Pero eso fue todo. Ambos estaban felices con la vida que habían elegido y se alegraron por la otra persona. Pero sacando cuentas, supieron que habían pasado casi quince años. Ya no se conocían. Se parecían a dos personas que alguna vez se quisieron. Nada más.