viernes, diciembre 27, 2013

Baby boom

Treinta y tres años...si hace cinco años, todo parecía teñirse de blanco, con velos y flores, hoy parece teñirse de celeste y rosado, con peluches y mamaderas. Y no me inmuto. A veces, me gustaría que uno de esos pequeños vestidos de celeste o rosado fuera mío, o que fuese mi guata la que estuviera creciendo. Pero sólo a veces. Otras, me da sueño el sólo pensar en pasar la noche en vela, entre llantos y cólicos. O me da pereza cada vez que en un supermercado escucho gritos de niño con maña  o  pataleta. Aunque me derrita una carita o una palabra de uno de esos mismo enanos. Es raro. Por eso, no hago caso a quienes joden con el reloj biológico y otras tonteras. Este mundo está tan plagado de convencionalismos, que a veces me da náuseas. Tal vez soy una maldita egoísta. Estoy tan bien así, viviendo en pareja, mimada hasta lo indecible, que me cuesta compartir mi tiempo con alguien más. O tal vez, no me gustan los niños, para más que un ratito. Este lobo este parió y solitario no tiene ganas de crear su propia manada. A veces si...
Estoy aburrida de que me pregunten del tema y que me comparen con mi alrededor. No soy ciega! Se que la gente de mi edad tiene hijos. Pero a mi el tema no me urge, y los niños los pariría y criaría yo....que se meten ellos? Y si nunca quisiera tenerlos...problema mío! Sería yo la que estaría sola como un dedo en mi vejez. No ellos. Y eso si es que llego a vieja...han tratado incluso de hacerme ver que él tener un hijo daría una gran alegría a mi papa, a mi mama, a mis abuelos...pero sorry! Esta es MI vida y sí tengo un hijo! lo haré pensando en mi pareja y en mi! no en la alegría de los demás. La felicidad no es una acumulación de cosas buenas, es una actitud ante la vida. Y si, suena egoísta, pero uno no puede basar su felicidad en la de los demás. 
El hecho de que todos tengan hijos a mi alrededor no me obliga a imitarlos...jamás me he dejado llevar por lo que el resto hace. Siempre he remado para mi lado, sin preocuparme sí voy en contra de la corriente. A veces voy contracorriente y he sido la única en la dirección correcta. Otras veces, me he perdido. Pero así es la vida, no? Tendré un hijo cuando quiera tenerlo. Y luego le daré un hermano cuando crea que es el mejor momento. Me da lo mismo lo que digan. Y no soy tonta, se que hay un reloj biológico, pero todavía hay tiempo. Y si no puedo tenerlos, los adoptare. Así de simple. Si no puedo dar vida, al menos puedo darle un hogar a un niño que no lo tiene. Para mi, es lo mismo. 
Estoy muy feliz por mis parientes y amigos que tienen sus niños preciosos. Pero no los envidio. Y tampoco los compadezco. Creo que tienen lo que quieren y son felices. Claro que pienso que tener un hijo es maravilloso! Pero no creo que hay que tenerlos por obligación. Ni porque todos tienen. Así que, después de esto, espero que no pregunten más por el tema, y el día que anuncié alguna novedad, se sorprendan y se pongan felices por nosotros. 

viernes, diciembre 20, 2013

No soy monedita de oro

Me han pasado dos cosas raras esta semana: en primer lugar, supe que un grupo de alumnos quisieron pedir que yo no les hiciera clases, ya que preferían a la otra profesora. No me extraña, ya que ella es bacán, excelente profe. Pero, nunca había sabido que yo no era del agrado de algunos de ellos. En general, hago buenas relaciones con mis alumnos. Es bueno saber que no con todos es así, es algo para mejorar. Lo curioso es que no todos estaban de acuerdo. Lo que tampoco en extraño, ya que uno se da cuenta quienes enganchan más con uno y quienes no. Lo que da lata, es que como alumnos, no sean capaces de ir de frente y decirte las cosas que les molestan. Como me ha pasado con varios otros cursos. Esta claro que cada profesor tiene su metodología y que cada alumno, al ser distinto, engancha más con uno u otro. Pero no entiendo por que no comentarlo de frente. Como han hecho otros alumnos, si no pasa nada y uno no se enoja. Además, uno entiende que no es monedita de oro para caerle bien a todos. 
Lo otro raro que me  pasa es con una persona, que me da la impresión de que actúa como sí yo no existiera. No se sí les ha pasado, pero es rara la sensación. No es sentir su rechazo, sino la más profunda indiferencia de esa persona hacia ti. Obvió qué a veces, uno en la vida las caga, y se merece eso. Pero, en este caso, no es así. No se qué pude hacer para qué actúe así conmigo. Y concluyo que le caigo mal porque sí no más. Porque tal vez tiene prejuicios hacia mi, si tampoco me conoce tanto, si no se ha dado el trabajo de conocerme. Tampoco me importa mucho, pero es curioso. Sería interesante saber si es un rollo mío o si de verdad le caigo mal. Y si es así, por que. 
Vuelvo a lo mismo: no soy monedita de oro. Y de hecho, estoy muy contenta con los amigos que tengo. No voy por la vida tratando de hacer amigos ni de crear enemigos. Voy por la vida nomás. Eso si, sin tratar de pasar a llevar ni a herir a nadie. Y si se puede ayudar, aquí estoy. De hecho, por ejemplo, hoy hablaba con alguien de que yo nunca hago amigos íntimos en las pegas, aunque trate de relacionarme en buena onda con todo el mundo. Porque no puedo permitirme sacar la vuelta, entonces no tengo tiempo para andar haciendo vida social en mi horario de trabajo, no me da. Trato de llevarme bien con todo el mundo, pero no me involucro mucho emocionalmente. Tal vez, sean mis genes navarros, que hacen que me cierre como ostra, cuando se trata de manifestar sentimientos. Tal vez, porque yo a la pega voy a trabajar y no me guste mezclar las cosas. La verdad, no se. Hasta hoy, ni me lo había planteado. Sólo busco trabajar en buena onda y armonía, y cuando uno hace amigos en la pega, se presta mucho para pelambres y cachupines que no me interesan. Mientras menos sepa, mejor. No me hace bien. 
En fin. Término así este post, sacando de mi cabeza un par de reflexiones y confesiones que daban vueltas por mi cabeza hoy. Tengo harto de que escribir, pero quise partir por estos desvaríos....

martes, noviembre 05, 2013

A los 18

Hago clases en IV medio y la semana pasada, me despedí de ellos. Una etapa de sus vidas que abandonan, con un poco de pena, pero para iniciar otra que, al menos para mí, fue mucho mejor. En todo caso, en retrospectiva, puedo decir que he sabido aprovechar cada una de las etapas de mi vida, si bien mi adolescencia fue un poquito sufrida (pero bueno, de ahí viene la palabra "adolescencia", de "adolecer", sufrir, en fin...)
No pude dejar de recordar aquél noviembre de 1998, cuando egresé del Colegio. En mi cabeza, sonaba constantemente la canción "Torn", mi himno del '98. Y mi disco de cabecera era el gran "Atchung Baby" de U2. Y sufría horrores por un amor no correspondido, que marcó, de alguna forma, mi vida, entre los 16 y los 18. A él dediqué miles de poemas, incluso comparé mi dolor por él con desiertos y heridas...metáforas y licencias poéticas. 
Hoy me preguntaba: ¿qué diría la Kuky de 18 años frente a la de 32? ¿se imaginaba que sería así? Creo que estaría orgullosa. Tal vez, planeaba una vida un poco diferente (a los 18, me juraba liberal, pero en el fondo, era bieeen cartuchona y no cachaba mucho el mundo en el que vivía, a pesar de creerme crítica y rebelde...paradojas de la vida). Seguro, me imaginaba casada desde los 27 (jajajaja, me casé a la edad que quería casarme a los 18), con cuatro niños (ahora sueño con dos, sin ninguna ansiedad). Trabajando, obvioo, y siempre me gustó hacer clases...aunque al principio tenía mis esperanzas puestas en el periodismo, el que más tarde me desilusionó. Siempre pensé que haría clases y tendría un posgrado. No está mal, ¿verdad? Logré varios de mis propósitos. Jajajajaja. También soñaba con viajar mucho, y no puedo quejarme. 
Así que creo que a la Kuky de 18 le caería bien la de 32...no sé si la vería como ídola o querría ser como ella, pero la encontraría una mina chora. Así que bien por mí. Además, la Kuky de 32 lo pasa muucho mejor que la de 18. Son igual de neuras, pero la de 32 aprendió a sacudirse los complejos, a reírse de sí misma y está, de a poco, aprendiendo a fluir más por la vida, a estresarse y enrollarse menos. Veremos en 15 años más cómo está. 

domingo, octubre 13, 2013

"Provincianos"

Mientras escucho en un programa de televisión una discusión acerca de los cambios de sistema que el país necesita, a partir de un cambio de Constitución, recuerdo el carnaval de neuronas que tuve que escuchar ayer...recuerdo varios carnavales de neuronas dando jugo en distintas reuniones que he ido a lo largo de mi vida. Y llego a una conclusión: cambiar la Constitución de Chile (independientemente de que pueda ser necesario, eso es otro tema) no va a hacer de este país un país desarrollado. Mientras no cambiemos de mentalidad, las leyes no sirven de NADA. Además, todos sabemos lo fácil que puede ser, a veces, burlar la ley. 
Mientras en este país haya gente con mentalidad "provinciana" (no se ofendan mis amigos de regiones: por eso pongo el concepto entre comillas: me refiero a aquella gente de estructura mental rígida, reacia a cualquier cambio, temerosa de una realidad distinta, que la sacas de su hábitat y colapsa. Uso prestada esa palabra, porque, precisamente, la gente con esa mentalidad, que no cacha NADA, suele usar ese concepto, para referirse, erróneamente, a la gente que viene de regiones, dando a entender que son más ignorantes, más conservadores y más temerosos). 
A eso me refiero cuando digo provincianos. Podría decir "pacatos", "cartuchos" o "cuadrados". Gente rígida, que no se da el trabajo de pensar por sí misma: alguien lo hizo por ellos hace tres generaciones. Y en este estado, no tienen nada que ver las clases sociales, la riqueza o el partido político. Linduras así de rígidas hay en todos lados, desde el PC hasta la UDI. En La Dehesa, en la Pintana, en Curarrehue, en Valparaíso, en Putre,  en Salamanca y en Colbún. Gente que al votar, y al tomar cualquier decisión, "prefiere diablo conocido que diablo por conocer". Que creen que irse a vivir a otro barrio, a otra ciudad, o peor, a otro país, es el fin del mundo. Que si están con problemas económicos y bajan su standard de vida, se deshacen en explicaciones para explicar su modo de vida más sencillo. Y si comienzan a mejorar su situación, también explican por qué ahora andan más ostentosos. Porque les importa demasiado lo que piensan los demás. Mejor vivir, y fluir por la vida, gozar el momento cuando se puede, y luchar cuando las cosas están difíciles. Si total, el que más critica es aquél que no tiene vida. El que la tiene, está ocupado viviéndola. 
Pero volviendo a esta mentalidad rígida, tenemos la mala costumbre de creer que, cambiando las leyes, solucionaremos TODO. Jajajaja! Creemos que un gobierno puede restaurarnos. Quimeras! La mentalidad chilena es, a veces tan infantil. Quien cree que el elegido de diciembre construirá ¡en cuatro años! un Chile nuevo, que no se engañe. Porque si alguna gente, en cuatro años, no es capaz de modificar un ápice su manera de pensar, no espere que el país lo haga. Además, cada vez que un gobierno se atreve a hacer un cambio, ocurre lo siguiente: la mitad lo celebra (dentro de esta mitad, la mitad lo hace porque son lamebotas del gobierno de turno, y la otra mitad, porque de verdad lo celebra); la otra mitad está dividida entre los que consideran que "no fue suficiente", y la otra mitad, lloriquea porque no está de acuerdo con ese cambio. Es así: lo podemos demostrar con cualquier reforma. A lo más, varían los porcentajes en algunos temas. 
De niña, no entendía lo que era el comunismo y me preguntaba, por qué tanto resentimiento. Es que claro, yo veía a mis padres tratar con consideración y respeto a todas las personas. A los obreros que construyeron nuestra casa, al pediatra que nos atendía, al jefe de mi padre, a nuestra querida nana, a los campesinos que trabajaban la tierra en la parcela de mi abuelo. Yo entendía que algunos de ellos eran pobres, porque fui a sus casas, compartí con ellos y conocía a sus hijos. Pero, para mí, no había diferencia entre el doctor y el campesino: ambos merecen las mismas consideraciones. Así como hoy, saludo con el mismo cariño a la Directora del Colegio y a los auxiliares. No es tema para mí. Nunca lo fue. Pero, a medida que fui creciendo, me fui dando cuenta que mucha gente a mi alrededor, e incluso familiares, no eran así. Gente que clasifica a la gente según "categorías", déspota, clasista, racista y que se cree lo máximo. Ahí comprendí de dónde salían los resentimientos. Y entre los resentidos también se desarrolla un clasismo. Que puede ser aún más agresivo, ya que a veces está marcado por el odio. 
Mientras exista gente, "de clase alta" que se crea tanto el cuento, que se crea con el derecho de tratar pésimo a los demás, habrá resentidos que los combatan. Y peor, cuando además, hay verdaderas mafias corruptas, que se aprovechan de la gente buena. Afortunada o desgraciadamente, las mafias no son monopolio de ningún grupo social ni de ningún partido político. Y eso, ninguna ley ni gobierno lo va a poder cambiar, si es que no existe voluntad de cambio. 
Otra  muestra de nuestra mentalidad "provinciana" es el racismo y la xenofobia. Para mí, esa lacra social se produce nada más que por ignorancia y falta de mundo. Y ojo, que "no tener mundo" no sólo se da por no viajar. Hay gente que se lo viaja todo, pero como no lee nada y no conversa con la gente de los lugares que visita, no entiende nada. En cambio, conozco gente que en su vida ha viajado, pero ha leído y se ha informado. Gente que procesa y adquiere las diferencias que percibe a su alrededor. No las rechaza. Algo parecido pasa con los homofóbicos. No se han dado el trabajo de conocer a los homosexuales, ni de comprenderlos. Ellos se lo pierden. En todos lados, hay gente muy valiosa. 
La frase más imbécil que escuché ayer fue "Los niños deben estudiar carreras buenas como ingeniería y derecho. Porque todos los que estudian carreras artísticas y humanistas terminan mal, porque son hippies o maricas". Mientras exista gente imbécil que piense así, y haya otros estúpidos que avalen este raciocinio tan brillante, este país no tiene vuelta. Da lo mismo qué reformas le hagan. 
Ese comentario lo hizo una persona "de clase alta": la típica niñita de colegio cuico que se casó a los 20 años con un terrateniente, se dedicó a parir y criar hijos, y no le ha trabajado un peso a nadie en su vida. Y ojo, no estoy despotricando contra las dueñas de casa: mi madre y mis abuelas lo son, y las respeto muchísimo. Pero no tolero a las minas mantenidas que, sin haber pisado una Universidad en su vida, se crean con el derecho a clasificar la calidad de las carreras y de las gentes que las estudian. Cuando escucho comentarios así de oligofrénicos, le encuentro toda la razón a Carlos Marx. Pero, aunque los gobernara el comunismo, no dejarían de pensar así. 

sábado, septiembre 21, 2013

Es que te niegas a ser feliz..

No puedo entenderlo. Es que me esfuerzo por ser empática contigo y no me resulta. Y es porque simplemente no puedo comprenderte. Teniéndolo todo, te niegas a ser feliz. Siempre con mala cara, siempre quejándote o criticando a los demás. Derrochas amargura por todos los poros, teniendo una familia preciosa, una vida cómoda y tranquila...incluso tienes buena pinta. Pero parece que nada de eso es suficiente, y haces tempestades y huracanes en vasos de agua. 
¿Es que aún no entiendes que la vida es un regalo? Se nos entrega, como de milagro, y no sabemos hasta cuándo. Por eso, hay que aprovecharla. Y agradecer todo aquello que se nos ha dado. Obvio que es lícito esforzarse por más, y en ocasiones, quejarse hasta llorar cuando estamos disconformes. Pero al escucharte, cualquiera diría que lo pasas pésimo y que tu vida es una mierda. Y doy fe de que no es así. Tienes mucho más de lo que mucha gente jamás soñó. 
Y por otro lado, ¿no te has dado cuenta que la vida, aunque es un regalo, también es un campo de batalla? Nada es fácil. Hay que luchar, día a día, y jamás bajar la guardia. Nadie dijo que vivir era fácil. Y si bien, se nos regaló la posibilidad de estar vivos, todo lo demás corre por nuestra cuenta. Si te regalan un vestido, no puedes exigir que te regalen también los zapatos y accesorios que combinen...
No sé por qué no eres feliz. No lo entiendo. Es que tal vez no sabes serlo. Tal vez piensas que la felicidad sea tenerlo todo. O tal vez, crees que ser feliz es no tener problemas. O jamás sentir dolor. Eso no es felicidad. Ese es un concepto infantil de felicidad. Ser feliz es aceptar lo que nos tocó y saber vivir con eso. No necesariamente con alegría constante. Es vivir los problemas con resignación, aunque jamás conformista. Es luchar cada día por salir adelante y estar orgulloso. Agradecido. Eso es ser feliz. Es mirar a tu familia y a tus amigos y dar gracias. Porque están o estuvieron ahí. 
Nunca olvidaré una noche, hace más de diez años,  en  que estaba muy triste por la muerte de mi abuelo. Y le dije a una muy buena amiga, que lo echaba de menos y lamentaba tanto haberlo perdido. Y ella me dijo "No. No debes pensar que lo perdiste. Debes dar gracias por los 21 años que lo tuviste". Es el mejor consuelo que alguien me haya dado jamás. Desde entonces, enfrentar cada pérdida de un ser querido se me ha hecho más llevadero. No más fácil, jamás lo será perder a alguien. 
Por otro lado, cuando algo no resulta, a veces es porque es mejor que no resulte. A veces la vida nos prepara algo mucho mejor. A mí siempre me ha pasado eso. Yo soy bastante mal genio, alegona e impaciente, y con los años he ido aprendiendo. Y cada costalazo me ha traído tanto aprendizaje, que después agradezco. Soy una convencida de que a esta vida venimos a aprender. Y uno de nuestros aprendizajes, es a ser feliz. Y yo me siento feliz. Aunque la vida jamás sea perfecta ni fácil. Mejor así. Más por aprender y por luchar. Lo que cuesta, se valora más. Y yo valoro mucho este regalo que es la vida. Ojalá tú, algún día, te des cuenta de eso, dejes tu amargura de lado y aprendas a ser feliz. 

domingo, septiembre 08, 2013

"Los Nuevos Niños"


Advertencia: Uno de los posts más "mala onda" que se ha escrito jamás en este blog. Si es padre, tal vez acabe odiándome y tratándome de "solterona amargada". No lo soy, aunque aún no tengo hijos. Pero, me encantan los niños y soy la "tía buena onda" de mis sobrinos. Espero, señor lector, que cuando tenga hijos, mi postura no cambie. Por el bien de mis niños. Este es un país libre y democrático. Si quiere criticarme, hágalo. Pero sin insultar, por favor. 

Tal vez, en unos años más, cambie de opinión. Porque, como todo en la vida, "otra cosa es con guitarra". Pero, como la idea de los blogs es decir lo que pensamos aquí y ahora, voy a reflexionar en contra de una frase que leí hace unos días: "el nuevo tipo de educación que entregan los nuevos padres a los nuevos niños". Todo partió por un comentario que una conocida hizo en facebook, comentando un enlace que decía que hoy ya no hay que obligar a los niños a saludar de beso a los adultos, como hacían nuestros padres antaño, so pena de ser castigados por "maleducados". Aunque ese punto, en concreto, y en un mundo tan depravado como el de hoy, pueda discutirse, además de que está muy en boga el desarrollo de la personalidad, voluntad e identidad propia del niño. (Curioso: a los adultos se les incita a uniformarse y actuar como ovejas, pero al niño se le permite ser un rebelde sin causa desde que usa pañales...en fin). 

Lo que me llamó la atención fueron los comentarios de mamás de mi edad, muchas bastante nuevas en esto (con niños de no más de seis años), que destacaban las bondades de la "nueva crianza", mucho menos estricta de la que tuvimos nosotros. Eso no me gustó. Para nada. aunque sí me gusta que los padres actuales  traten de pasar más tiempo con sus niños, vayan a todos sus actos del Colegio,  que hoy la comunicación sea más fluida, que el deporte al aire libre se promueva como actividad familiar de fin de semana, y que el padre cambie pañales, bañe y dé de comer a la par con la madre, no me gusta esa crianza donde parece que es el niño el que manda. Si no quiere hacer algo,  no lo hace;  si llora, el mundo debe revolucionarse en torno suyo; sus pataletas tienen más poder que un Decreto-Ley y el menú semanal lo elige él. Esas tiranías infantiles me apestan. El cabro necesita límites. Y si no se les ponen desde chiquititos, de grandes son un desastre. Lo digo yo, que que debo lidiar diariamente con adolescentes. Y por Dios que se nota cuando detrás de estos pequeños adultos en potencia hay padres comprometidos, cariñosos y que han EDUCADO a sus hijos, sin darles chipe libre para que hagan lo que quieran. Me facilitan bastante la pega y eso se agradece. Por que yo NO soy la responsable de educarlos ni criarlos. Yo ENSEÑO y entrego un apoyo a la educación recibida en casa. 

Me da la impresión de que hay un mucho treintón traumatizado por la estricta educación que recibió en los años '80 (Ojo: antes era AÚN PEOR), y por eso, busca ser liberal y "buena onda" con sus retoños. Si a eso sumamos que a veces el poder adquisitivo (o la capacidad de endeudamiento) es mayor que la que tuvieron sus padres, el escenario puede ser peor. Porque, a veces, los padres, queriendo enmendar lo que hicieron sus propios progenitores, o "darles a sus hijos lo que ellos nunca tuvieron", les dicen que sí a todo. ¿Resultado? Niños mimados y tiranos. Que no conocen la palabra NO y que creen que el mundo gira a su alrededor. Y les digo: con la adolescencia se ponen peor. Si usted tiene temas no resueltos con la educación espartana que recibió, hable con sus padres o vaya al psiquiatra. No trate de convertirse en un paladín de la justicia infantil malcriando a sus hijos. Esa tarea déjela para los abuelos (sí, los mismos padres estrictos de su infancia, hoy son abuelos chochos) o en los tíos. Usted, edúquelos. Con cariño, preocupación, regaloneos, pero también con límites y valores. 

Espero que, en unos años más, mi visión no cambie. Sé que "otra cosa es con guitarra", pero al escribirlo, me estoy obligando a tratar de cumplir. No me interesa tener un "nuevo niño", quiero niños que sean buenas personas, educados y conscientes de que viven en un mundo, rodeados de personas, que deben ser respetadas. Que valoren el esfuerzo y sean esforzados. Que sean libres, pero que conozcan sus límites y limitaciones. Que sean felices, pero que respeten la libertad de los demás. No quiero niños egoístas, taimados, pataleteros, maleducados ni tiranos. Sé que me espera una ardua tarea, pero...¿quién dijo que la vida es fácil? Mejor así. Lo que es muy fácil no se valora. 

domingo, junio 09, 2013

7 años

Corría el año 2006, y una joven chilena de 25 años, mientras gozaba de un semestre sabático antes de irse a estudiar un magíster en España, se hizo un blog. Comenzó escribiendo de actualidad, comentando desde su perspectiva de ciudadana común y corriente (privilegiada, eso sí), lo que ocurría en su país y el resto del mundo. Todo esto, condimentado con su estilo directo y sin rodeos, un poco de sarcasmo y, por supuesto, avalada por sus conocimientos de Historia, los que la enorgullecían, y los mismos que buscaba profundizar con aquél magíster. Fue el año en que una mujer asumió la presidencia de Chile, y en que los estudiantes secundarios se volvieron protagonistas con su "revolución pingüina". 
Cuando partió, en septiembre de ese año, al otro lado del charco, a un lugar llamado Pamplona, tuvo su blog abandonado unos meses. Meses de mudanza, inicio de clases, de nostalgias, de conocer nuevos amigos, de visitar nuevos lugares. Meses intensos. Siempre acompañada por la escritura, pero en papel. Como había hecho toda su vida, desde los 11 años. Pero, en diciembre de ese año, decidió comenzar un nuevo blog, al que llamó como el libro de poesías que a los 16 años soñó con publicar: "Confesiones de una Ermitaña". Decidió que no sólo hablaría de la contingencia nacional e internacional, sino, de la vida misma. A pesar de eso, su primer post sí fue inspirado en un tema de actualidad: la muerte de Pinochet en diciembre de 2011. Imposible, para un chileno, mantenerse indiferente ante la muerte de tan importante personaje, uno de los protagonistas de la división y el rencor que, hasta ahora (claro que en menor medida), marca a su país. 
Estudios, viajes, el amor, la amistad, recuerdos, matrimonio, muerte...son algunos de los temas que este blog ha tratado en estos años. A veces sólo son descargas, otras veces se lanzan dardos contra el muro, reflexiones de todo tipo, homenajes, celebraciones, desvaríos. Pero seguimos aquí, luego de 7 años en la blogósfera. 

martes, mayo 28, 2013

Viviendo deprisa

Un semestre que parecía iba a ser un poco más descansado, terminó siendo más ocupado que nunca. Hoy pasé por aquí y no podía creer que mi última entrada hubiese sido en marzo...a mediados de marzo y ahora estamos a fines de mayo. Siempre he escrito con alguna frecuencia, pero la verdad, este año, como nunca, el tiempo ha sido escaso. Ha sido bueno, en todo caso, no me quejo. Si bien, las finanzas no han andado como esperaba (estoy haciendo un curso menos y eso se nota a fin de mes), no me puedo quejar. Acabo de pasar por el blog de Iranzu y al lado de ella, la verdad es que estoy en jauja.
Eso me pasa siempre: cada vez que estoy insatisfecha con algún aspecto de mi vida, lo mejor que me puede pasar es mirar alrededor. No es que uno se compare, ni busque al que lo pasa peor para sentirse mejor. Eso me carga y me parece mediocre. Pero sí lo hago por otra razón: al ver los problemas del resto, me doy cuenta que a veces me quejo por huevadas. Y ahí, vuelvo a ser una agradecida de esta vida, que es un regalo, pero un regalo que hay que luchar cada día por mantener. Alguna vez dije aquí que la vida es un campo de batalla. Lo dije en un momento en que sentía que libraba varias, fue un año complicado, de deseperaciones y dolor. 
Ya no mantengo esa actitud beligerante, porque las aguas están más mansas. Pero jamás bajo la guardia. Las veces que la he bajado, algo pasa. Siempre. Nada en esta vida es eterno, nada está asegurado. Pero es mejor así, ¿saben? Si no fuese así, nos aburriríamos. Cada golpe, cada desilusión, cada proyecto fallido, me inspira a hacer correcciones, diseñar nuevos proyectos, emprender nuevos rumbos, trazar nuevas metas. Y siempre, termino creyendo que todo fue para mejor. 
Y en eso he estado, emprendiendo nuevos proyectos, leyendo y escribiendo mucho. Disfrutando. Actualizando conocimientos. Diseñando nuevas estrategias para enseñar. Me encanta lo que hago, y soy una agradecida de poder dedicarme a ello. De verdad lo disfruto. Aunque  la Historia sea  una amante intensa, absorbente, y no muy lucrativa, al menos en este país. Me fascina. Me encanta enseñar. Lo paso bien, y me siento privilegiada por poder disfrutar de lo que hago. No todos tienen la misma suerte. Y a veces, eso es más importante que recibir un tremendo sueldo, como ocurre en otras profesiones. Eso me consuela en los meses de vacas flacas. No podría estar todo el día en una oficina analizando balances, por ejemplo. ¡Muero de lata! 
Pero es impresionante cómo el tiempo pasa cada vez más deprisa. Parece que fue ayer ese 17 de marzo, fecha de mi última entrada, en la que despotricaba contra algunas tendencias de la juventud actual. Lucho contra eso a diario, y me sorprende gratamente ver cómo muchos de mis alumnos (casi la mayoría), condenan esas tendencias. Me alegra. Quiere decir que los padres están haciendo su trabajo y nosotros, sus profes, contribuimos con nuestro granito de arena para que así sea. 

domingo, marzo 17, 2013

Juventud, divino tesoro

No quiero parecer amargada, ni me las quiero dar de Catón. No me interesa despotricar contra la crisis moral de la juventud occidental y mundial. No, no es ese mi afán. Pero, a mis 32 años, y ya con varios años de clases a adolescentes en el cuerpo, tras haber despedido a unas cuantas generaciones de IV Medio, y tras recibir a otras tantas en primer año de Universidad (esto del pluriempleo tiene sus pros y contras, y es muy bonito vivir este contraste de continuidad...), puedo ver algunas actitudes de estos "polluelos" que me están preocupando.
Y no son los que algunos preocupados padres creen. No es el carrete, no es el alcohol, las grogas y el sexo. Creo que eso ha sido siempre más o menos igual, la diferencia es que ahora hay más libertades de acceso, más información, mayor poder adquisitivo y menos tabúes. Aunque, obviamente, eso ha generado cambios, que asustan a cualquier progenitor, mi reflexión de hoy no va por ahí. Mi reflexión de hoy está relacionada con eso, en todo caso.
Me preocupan los referentes juveniles que ven los niños (porque, para mí, en IV Medio, todavía son algo niños), en los medios de comunicación. Algunos programas juveniles, reality shows y paneles de farándula de nuestra televisión nacional abierta, se han dedicado a alzar personajes, a mi juicio, despreciables, presentándolos como "modelos" para la juventud, al tener caras bonitas, lindos cuerpos (muchas veces, por obra y gracia del bisturí) y alto poder adquisitivo, al explotar sus atributos físicos (hasta ahí, nada que me moleste), pero también sus vidas privadas. Uno no entiende, cómo se les da tribuna a personajes que en realidad no aportan nada, y que, peor aún, festinan con su mal comportamiento, recibiendo a cambio importantes pagos.
La verdad, si la gente quiere prostituirse, o vender su vida privada, a mí me da lo mismo. Es problema de ellos. Lo que me preocupa es que se muestre tan reiterativamente en la tele, a jóvenes que no hacen nada productivo. Que sólo se dedican a mostrar su físico, ventilar sus romances, peleas y delitos, y que ni siquiera (y eso, es lo que más me preocupa), son capaces de hacer algo que, en el Chile actual es indispensable: terminar el Colegio. Y no estamos hablando de que sean jóvenes de aldeas marginales del extremo norte o sur del país, de escasos recursos, y que deban viajar cinco horas para ir a clases. ¡No! Son personas que, teniendo todos los medios para estudiar, no lo hacen. Por flojera. Nada más.
Y como la ociosidad es la madre de todos los vicios, pronto los vemos entregados a varios de ellos. No estudian, no trabajan (a veces, sacan plata del modo ya explicado, otras veces hacen eventos, etc., pero, en general, y comparándolos con el chileno promedio, no se esfuerzan mucho, que digamos), se lo pasan carreteando, cambiando de parejas como quien cambia de polera, y provocando escándalos. Me da lata que la tele muestre esto a cada rato, porque los niños ven estas cosas y pueden crearse imágenes distorsionadas. Ya que, se sabe, vivimos en una sociedad bastante consumista y hedonista (todos tenemos algo de eso, el que esté libre de pecado...), y nuestros adolescentes son más vulnerables que los adultos en caer en aquello.
Porque en la adolescencia se desarrolla parte importante de la personalidad e identidad, se sufren cambios y transformaciones, que a veces alteran sus estados de ánimo. Y este mismo proceso, a veces, los vuelve egocéntricos y egoístas. Este volcarse en su ego es normal (aunque no hay que fomentárselo), ya que están conociéndose, descubriéndose. Y el ego, está muy ligado a la búsqueda del placer. Eso nos lleva a ser consumistas y hedonistas. Y si ven, entonces, gente con buena pinta, exitosa con el sexo opuesto, que tiene los autos, viajes, ropas y demás lujos que quiere, sin haber terminado el colegio, sin levantarse temprano y esforzarse cada día, pueden generarse falsas expectativas acerca de la vida, que recién empiezan a conocer.
Obviamente, en este punto, el rol que juega el entorno del niño es fundamental. La comunicación y el ejemplo de sus padres, el ambiente familiar, los incentivos para el esfuerzo, tanto en el Colegio como en la casa, son indispensables. Pero, desgraciadamente, todos sabemos, que a veces algo de eso falla. Por diversas razones, y no quiero entrar en detalles ni juzgar. La educación y la crianza son difíciles. Es natural que un adolescente sea un poco superficial, egocéntrico y que quiera pasarlo bien. Lo que hay que darles a entender es que no siempre se puede pasarlo bien, y en esa tarea, los medios de comunicación nos hacen un flaco favor a los padres y educadores.
Además, está todo lo que tiene que ver con el respeto a uno mismo y los demás, el valor de la vida privada, la importancia de tener criterio y valores  morales. Aspectos en los que muchas veces estos "modelos" de la televisión se caen. Y acá no se trata de criar niños amargados, que no quieran salir ni a la esquina y que vean el pecado en todo. ¡Eso me parece igual de horrible! Sino que, hay que tratar de buscar el famoso "justo medio" aristotélico. Se puede pasarlo bien, sin que eso ponga en riesgo nuestra vida. Podemos disfrutar, pero siempre respetando a los demás y a nosotros mismos. Podemos viajar y comprarnos cosas bonitas, pero teniendo claro que eso no es lo más importante en la vida. Podemos preocuparnos por nuestro físico, para vernos mejor, pero sin enfermarnos ni distorsionar nuestra imagen en busca de un ideal inalcansable.
Ese "justo medio", que a la gente sensata le parecerá obvio, en estos personajes sobreexpuestos en nuestra televisión, no lo es. O al menos, esa imagen es la que proyectan. Esa es la imagen que ven nuestros niños. Y si nosotros no les explicamos que eso no está bien, ellos se pueden confundir. Sobre todo si no lo están pasando bien, si tienen problemas familiares, no se concentran en sus estudios, si no saben qué quieren hacer con sus vidas, si no se sienten queridos...A mí, de verdad, me da pena y rabia lo bajo que están cayendo los medios. Con el impacto que generan en las personas, en lugar de preocuparse tanto de vender, debieran ocuparse más de transmitir aportes más positivos. Curiosamente, cuando la televisión inició sus transmisiones, en los años '60, la comenzaron las Universidades y el Estado, con el propósito de apoyar a la educación y la cultura...sin comentarios.

jueves, febrero 28, 2013

Valle de la luna

La separación fue dolorosa. Él pensó que el corazón le explotaba. Ella sintió que se le abría el piso. Sus sueños de casarse con él, en el Valle de la Luna, vestida de verde, le parecían ya una estúpida quimera. Sólo tenía diescisiete años. Pero de verdad creía que jamás volvería a amar a alguien de esa manera. Habían sido amigos desde niños y, sin saberlo, siempre lo quiso.  El año anterior, todo había cambiado entre ellos: se había dado cuenta de que su mejor amigo, su partner, era mucho más que eso.  Un beso había cambiado todo entre ellos y fue el comienzo de un año maravilloso. Al menos al principio. Poco a poco llegaron los roces, los dramas, las inseguridades y los celos. Parecían la pareja perfecta: amigos desde niños, de personalidades muy parecidas. Pero, por algo se dice que los polos opuestos se atraen. Un día, ella se dio cuenta que ya no más. Lo amaba, pero ya no lo soportaba. Era como verse constantemente reflejada en un espejo, con sus cualidades, sí, pero también con todo aquello que no le gustaba de sí misma. Terminar con él fue una decisión difícil. Lo adoraba, y no sólo perdía a su supuesta alma gemela: también perdía a su mejor amigo. Pero tomó la decisión, y aunque le costó un litro de lágrimas, bajar varios kilos y dos semanas de insomnio, fue lo mejor.
Para él, fue muy distinto. Él siempre la quiso. Desde niño. Y no como amigo. Cuando la vió por primera vez, a los 9 años, pensó que era una princesa de cuentos. Su princesa. La consentía en todo. Jugaban a lo que ella quisiera. Pasaron los años, llegó la adolescencia, las primeras fiestas y los primeros romances. La vio enamorarse de otro y ella se lo contó entusiamada, mientras le brillaban los ojos. Se hizo el loco, dejó que le presentara a cientos de amigas, mientras ella lloraba por un amor no correspondido. Y ahí estuvo él, siempre escuchándola. Cuando la vio pololeando con otro, se dio cuenta que debía olvidarla y encontrar a otra persona. Pero aquello no duró mucho, sólo un par de meses. Ella duró más tiempo, pero cuando terminó, nuevamente él estuvo allí para contenerla. Parecía que aquello era un amor imposible. Enamorado de su mejor amiga...tan lejos y tan cerca a la vez...
Pero algo ocurrió ese invierno. Se conocían hace nueve años. Él estaba en su último año de Colegio, a ella le faltaban dos. Ella se enteró que él estaba saliendo con alguien que conocía. Una chica que le caía bien, hasta el minuto que supo que salía con su mejor amigo. Ahí le tomó antipatía y no sabía por qué. Le dolía la guata cada vez que lo veía con él y no entendía nada. Se dejaron de ver un tiempo, de llamarse, de pasar esas tardes interminables viendo películas. Ella también salía con alguien, pero se le había pasado el entusiasmo inicial. Decidió terminar esa relación que no tenía futuro y estaba feliz. Esta vez, no hubo sufrimiento. Decidió que pasaría sola un buen tiempo. Sólo tenía diesciséis, para qué amarrarse.
Dos semanas después, él la llamó. Era un frío día de julio, ella disfruba de los primeros días de vacaciones de invierno, luego de dos semanas llenas de pruebas y trabajos. No sabía porqué, al oírlo, sintió algo raro en el estómago. Pensó que era el colon irritable de nuevo...él se escuchaba triste, preocupado, desorientado, sentimientos típicos de alguien que está por terminar IV Medio. Decidió ir a verlo. Quería mucho a su amigo. Iría a subirle el ánimo y a decirle que sería el mejor médico de Chile, que sería puntaje nacional y que era seco. Antes de colgar, le preguntó por su novia...y no supo por qué, se alegró tanto cuando supo que habían terminado...hace un mes.
Cuando llegó a su casa, él la recibió con un gran abrazo. Le confesó que la echaba de menos. Y le preguntó por su novio...ahí ella le dijo, muy tranquila, que ya no estaban juntos. Él no ocultó su alegría. Le dijo que ese chico no era para ella, y que por eso él se había alejado, porque le dolía verlos juntos. La miró a los ojos cuando se lo dijo y ella creyó que se iba a desmayar. Nunca había sentido eso. Nerviosa, cambió tontamente de tema, le preguntó por sus problemas, le contó anécdotas del Colegio, de las vacaciones...fue pasando la tarde, se pusieron a ver una película por la tele, y cuando ya era un poco tarde, ella decidió volver a casa. Vivían muy cerca. Él se ofreció a acompañarla. Y cuando estaban en la puerta de su casa, él le dio un beso. Eso fue todo. Ahí, ella comprendió porqué le dolía el estómago cuando él le hablaba y porqué se mareó cuando él la miró a los ojos. Nunca había querido a alguien de esa manera. Y cuando supo que él siempre la quiso, pensó que moriría de felicidad. Así pasaron seis meses. Soñaba con casarse con él, en el Valle de la Luna, vestida de verde. Soñaba que vivirían en Roma, con cuatro niños y tres perros. Era muy niña, muy consentida. Pero de a poco, comenzó a despertar. Y así, un año tres meses después de ese primer beso, todo terminó.
Decidió que lo mejor era no verse más. Él estaba muy dolido y estuvo de acuerdo. Meses después, ella supo que él ya estaba acompañado y fue doloroso. Más noches de insomnio. Pero pudo superarlo. Conoció a otros, volvió a ilusionarse. No todavía a enamorarse. Faltaba tiempo para eso. Se lo encontró casualmente. Él seguía acompañado. Se veía muy feliz. Esta vez, sí se alegró por él, no le dolió nada al verlo. Pudo conversar y mirarlo a los ojos sin sentir nada. Fue raro, pero bueno.
No se volvieron a ver. Ella entró a la Universidad, conoció gente nueva y volvió a enamorase varias veces. Hasta que se encontró con su alma gemela de verdad. Que no era como verse a un espejo, sino todo lo contrario. Quiso pasar toda su vida con él, pero ya no importaba cómo ni dónde. Un vestido verde y el Valle de la Luna le parecían tonteras de niña chica. Se casó de blanco, por la Iglesia, sólo tuvo dos niños y un perro. Pero era más feliz de lo que nunca imaginó.
A veces se acordaba de él, y pensaba qué sería de su vida. Ella no sabía que a él le pasaba lo mismo. Estuvo con muchas mujeres, pero nunca la olvidó. Ya no la amaba, pero inconscientemente, en cada una de las mujeres que amó, la buscaba a ella. Su primer amor. Y un día se encontraron en un parque. Cada uno con sus familias. se saludaron cordialmente, y cada uno siguió su camino. Él se quedó pensando lo diferente, físicamente, que era el marido de ella, a él mismo. En cambio, a ella le llamó la atención lo parecida a ella que era la mujer de él. Era como ella quería ser cuando tenía diesciséis.
Fue raro encontrarse. Cada uno pensó un ratito, esa noche, en el otro. Pero eso fue todo. Ambos estaban felices con la vida que habían elegido y se alegraron por la otra persona. Pero sacando cuentas, supieron que habían pasado casi quince años. Ya no se conocían. Se parecían a dos personas que alguna vez se quisieron. Nada más.
 

miércoles, enero 16, 2013

Happily Ever After?

La semana pasada fui a un matrimonio en otro país. Además de aprovechar de descansar, conocer y compartir con gente muy buena onda, el matrimonio en sí fue bonito, los novios estaban felices. Pero, me llamó la atención lo joven que era la novia: 20 años. Yo a esa edad era una cabra chica, orgullosa de serlo, mi mayor responsabilidad era estudiar, y aunque pololeaba muy enamorada, casarme no figuraba en mis planes inmediatos (por algo me casé siete años después y no antes). Pero bueno, cada uno sabe cómo hace su historia y cada persona es diferente, así que bien por ella. 
Por otro lado, a mí, una de las razones que me llevaba a ser reacia al matrimonio cuando era más joven, era presenciar, en primera fila, que el "happily ever after" no existe. ¿Por qué creen que los cuentos acaban ahí? Porque la idea del cuento es, por un lado transmitirnos una enseñanza, y por otro, evadirnos de nuestra realidad a un mundo de ensueño. Hay gente, más crítica y combativa que yo (sí, las hay peores que yo, ¡cuidado!), que dirían que los cuentos fueron creados para mantenernos con la perpetua ilusión de que todo será para mejor, para mostrarnos cuál es nuestro rol en la sociedad (como hombre-héroe-príncipe-proveedor y como mujer-"damisela en apuros"-princesa-dueña de casa). Es decir, una especie de "opio del pueblo", jejeje (aunque algo de sentido tiene...). 
¿Se imaginan si el cuento de la Cenicienta siguiera? Y ella tuviera que sufrir las críticas y pelambres de las tías de su príncipe, que la encontraban "rota" y "pobretona". ¿Y los temores a que el príncipe le fuera infiel? ¿Su lucha por bajar esos kilos de más que le dejó el embarazo? ¿Su batalla con un principito que no quiere comer? ¿El enojo de su marido por el desorden de la  pieza? Ya no nos gustaría tanto el cuento, por la simple razón de que dejaría de ser un cuento. Y desde muy chica, me dí cuenta que la vida real no es cuento. Y que la parte soñada del matrimonio es sólo la propuesta, la ceremonia, la fiesta y la luna de miel. Lo demás, es espectacular, no lo niego: comprometerse con alguien a quien uno ama siempre lo es. Pero no es de cuento ni de ensueño. El mismo pololeo no lo es, y los preparativos del matri pueden ser muuy estresantes. Por eso, al ver a esta niña de 20 años casarse, me pregunto: ¿sabrá lo que le espera? Talvez sí y bien por ella, ya que es muy valiente al decidir tomar un paso tan importante a tan corta edad. 
En la otra cara de la moneda, he presenciado en primera fila, como esa novia que parecía una princesa el día de su matrimonio, termina convertida en una verdadera bruja. Y cómo ese guapo novio, galante como un caballero medieval, termina convertido en un villano. Obviamente, exagero, pero sólo un poco. Todos sabemos que una relación de pareja mal avenida puede sacar lo peor de nosotros. La vida no es una película de Disney y a veces, los problemas, la gran cantidad de trabajo, las deudas, las enfermedades, o simplemente, la monotonía de la rutina, pueden hacernos colapsar.

Agrego esta imagen, por sugerencia de Iranzu. El link es https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi97J_Vw1q0zkk_N7GLxdN4YBEnZEcAXBqgGsvxO5fzpALDIOAiJs64yFCbiQFU-AIJrYeioC7lkABqb3vvjLXerObDSZRiFs7rD-QKLaWK0MohNWCX4TBOWYl-Yg-xuQJiykUHLA/s1600/snow-white-after.jpg