Me gusta la Historia desde que tengo uso de razón. Ni siquiera sé bien por qué me empezó a gustar. De niña, me encantaban los cuentos y me fomentaron mucho la lectura. Además, me contaban muchos episodios históricos como si fuesen cuentos y muchas leyendas. Ahora podría dar toda una explicación de por qué me gusta la Historia y para qué sirve. ¡Es tan importante conocer nuestras raíces! Nuestro pasado, el porqué de las cosas. Así podemos comprender varias de nuestras reacciones. Y si no conocemos los errores del pasado, estamos condenados a repetirlos. Y si ignoramos nuestros aciertos, corremos el riesgo de no volver a triunfar en nuestros proyectos. La Historia no sólo sirve para saber más, por el simple gusto de saber. También sirve para comprender al ser humano y su vida. No, no somos filósofos y muchas veces la especulación filosófica nos agobia. Pero nos parecemos a ellos en nuestra inclinación a la reflexión y el análisis. Aunque somos más "prácticos", igual soñamos con el ocio como un medio de desarrollar nuestra investigación y reflexión. No sólo memorizamos nombres y fechas como algunos creen. Lo que hace a un buen historiador no es su capacidad de entregar 350 datos por minuto. Sino, su capacidad para reflexionar y relacionar los hechos. Saber presentar y explicar bien los procesos.
Por eso, el libro del gran Georges Duby "Año Mil, Año 2000. La Huella de nuestros miedos" me gusta tanto. Porque es de esos libros escritos con el corazón. Es un libro escrito por un historiador que se sienta a reflexionar después de años de lecturas e investigación. Me gustaría escribir algo parecido. Y leer más historia de ese tipo. Les dejo por eso, tres citas tomadas de este libro:
"Cuando nadie duda de la existencia del más allá, la muerte es un paso que se celebra ceremonialmente entre parientes y vecinos. El hombre medieval posee la certeza de que no desparecerá por entero mientras espera la resurrección, pues nada se detiene y todo prosigue en la eternidad. La pérdida actual del sentimiento religioso ha convertido la muerte en una prueba terrible, en una caída en las tinieblas y en lo desconocido. Ha desaparecido la solidaridad en torno al paso a mejor vida, y hoy todos se dan prisa para liberarse del cadáver. Más que la muerte, nuestros antepasados temían el juicio, el castigo del más allá y los tormentos del imfierno. Miedo a lo invisible, en el fondo del hombre de hoy, que vacila al sentirse impotente ante el destino."
"...A medida que se difunde el conocimiento, vamos adquiriendo más y más conciencia de que hay cosas que no podemos conocer. Hay muchas enfermedades del alma que provienen precisamente de esta sensación de impotencia de los hombres ante su destino."
"De tiempo en tiempo. una catástrofe natural nos recuerda que el hombre, a pesar de todo el poder que ha conseguido con el desarrollo de las ciencias y las técnicas, sigue siendo impotente ante las fuerzas de la naturaleza."
Saquen sus propias conclusiones. En este mundo ultraocupado en el que vivimos, a veces sentarse a pensar un poquito hace muy bien. Y este tipo de libros a mí me ayudan a hacerlo. Creo que queda claro cuál es nuestro objetivo como historiadores: ayudar al resto a conocerse. Muchas veces, en nuestro pasado, tanto individual como colectivo (entendido como familiar, nacional o cultural), encontramos las respuestas a nuestras interrogantes. Así como a veces, ante una situación que es nueva para nosotros, acudimos a los mayores, que ya tienen experiencia, podemos acudir a los testimonios de la Historia.