martes, octubre 19, 2010

¿Y tú que me das?

Se supone que la amistad es recíproca, al igual que todas las relaciones humanas. Por eso, a mí no me gusta reprocharle a nadie los siglos en los cuales no hemos hablado o no nos hemos juntado. Aunque, hay gente que le encanta enrostrárselo a una cada vez que la ve o le hable. Pero, sí, yo asumo que puedo ser dejada, trabajólica, que a veces me da lata juntarme en la semana y el fin de semana me pilla agotada o llena de compromisos. Eso provoca que muchas veces deje de ver, por largas temporadas, a mis amigos de antaño. Sobre todo, a aquellos cuya vida actual se aleja a años luz de la mía, en el sentido de que cada vez que los veo, los temas son los mismos (ponerse al día, copuchas irrelevantes o recuerdos añejos) y tratar de irse más en la íntima o en la profunda, resulta sumamente incómodo. Al menos para mí. La vida nos va alejando de cierta gente y no siempre por malas ondas, sino porque la falta de instancias para reunirse o hablar, las nuevas amistades nuestras o del otro, malentendidos no resueltos, distancias físicas, etc., nos van alejando. O las circunstancias de vida: a veces nosotros estamos "en otra parada" y nos da lata o nos incomoda juntarnos con gente cuyas prioridades o proyectos de vida son tan distintos a los nuestros. A veces nos pasa también que decidimos no ver más a una persona, porque descubrimos que nos hacía mal. A veces es gente a la que queremos mucho, con la que compartimos mil historias. Pero, una profunda instrospección nos hizo descubrir, con mucha pena, que esa persona era más lo que nos perjudicaba. Es una gran duda: si detrás de sus comentarios "en buena" no hubo talvez siempre un tono excesivamente criticón, envidioso y "tira para abajo". No sé porqué aún no he tenido las agallas para resolverlo y aclararlo. Y no sé si me interesa. Una sensación muy rara. Pero es que así es mi vida: en mis "años locos" (2009, 2002 y 95), siempre la lección es la misma: aprender a separar lo importante de lo superfluo, definir mis prioridades e ir trazando mi ruta. Y en el camino, he ido dejando muchas personas y cosas que en algún momento creí importantes. A veces, la vida me demuestra que pude equivocarme y he iniciado procesos de acercamiento: algunos exitosos y otros no.
La cosa es que la semana pasada tuve la oportunidad de resolver un cabo suelto y no lo hice. Recibí, como siempre un reproche, pero esta vez no me importó. Porque ya me dí cuenta que aquello que se me reprochaba, no es sólo responsabilidad mía. Nos separan dos puntos equidistantes y si yo no me acerco, no sólo yo estoy mal, porque el otro tampoco se está acercando. Y la razón por la que ya no me acerco es porque en algún momento intenté acercarme, pero me topé con un muro de indiferencia y reproches. El dolor fue gigante, pero aclarador: me abrió los ojos como nunca antes en mi vida. Y con los ojos bien abiertos, y en pleno uso de mis facultades, opté por una renuncia que ya me parece incluso épica. Meses después, pensé que había sido demasiado tajante y me prometí, una vez repuesta del estrés, reiniciar el acercamiento. Pero, cuando tuve la oportunidad a la vuelta de la esquina, no la tomé. Es cierto, tenía razones que me lo impidieron (estas últimas semanas han sido muy intensas), pero no me lo lamenté, a diferencia de otras oportunidades que me presenta la vida y que he debido deejar pasar.

jueves, octubre 14, 2010

Los 33

Es imposible abstraerse del notición que hemos presenciado en estos días. El rescate de nuestros 33 mineros, todos vivos. A pesar del derrumbe, de las enfermedades preexistentes, de la angustia, la depresión, la claustrofobia, el riesgo de infecciones y lo peor, la incertidumbre de morir sepultados antes de ser hallados. Ya nos emocionamos cuando supimos que, tras 17 días, estaban todos bien. Y el rescate fue realmente épico: todos salieron ilesos, aunque era una operación tremendamente riesgosa.

Algunos ya han comenzado a criticar cómo el gobierno ha aprovechado el asunto para hacer un tremendo manejo mediático y desviar atenciones. Puede ser. Pero no se puede negar que su manejo en el rescate (que es lo que realmente importa), ha sido impecable: los sacaron a todos y no hubo ninguna complicación que lamentar. El ministro de minería, hasta entonces un desconocido para la Opinión Pública, se convirtió en un héroe, en un "crack", como le llamó una amiga mía ayer.

Pero, más que nada, yo quisiera destacarlos a ellos, los verdaderos héroes. Para mí, que soy neurótica, que me desespero en un metro lleno de gente y soy bien hipocondria, la tranquilidad y entereza de estos 33 hombres me impresiona. Su actitud ha sifo admirable: como conservaron la calma, se organizaron con los recursos que tenían y lucharon por sobrevivir. Para mí son un modelo a imitar. Representan lo mejor de nuestra tierra: ese chileno "aperrado", que sabe adaptarse hasta a las condiciones más extremas, y siempre lucha por sobrevivir.

Por otro lado, creo que este año 2010 es un año de grandes aprendizajes. Comenzamos con una tragedia nacional en febrero, esos horrorosos terremoto y tsunami, que aunque nos dejaron a todos damnificados, en lo físico y emocional, lograron sacar lo mejor de algunos de nosotros al motivar más que nunca nuestra solidaridad (a pesar que de otros sólo sacó lo peor: las actitudes de rapiña). Tantos muertos, heridos, desaparecidos y desposeídos, nos dejó a todos nerviosos. Muchos cuadros de estrés, angustia y crisis de pánico. Andábamos maniáticos y neuróticos por todo. Pero entonces, ocurrió el accidente en la mina San José. Y seguimos más depres. Pero, al saber que estaban vivos, algo dentro de nosotros se removió: basta de quejas, llantos y angustias. Aquí hay 33 personas atrapadas bajo tierra y estan bien. Sobreviven, sin desmayarse, sin ataques de histeria ni pánico. La lección está más que clara.
Como última reflexión, es importante destacar que este hecho es una gravísima denuncia a las condiciones laborales que deben enfrentar muchas personas en nuestro país. Esta mina no debería haber estado funcionando en las condiciones que estaba. Habían ya accidentes graves. Pero, la ambición de sus dueños, sumado a una autoridad que hizo la vista gorda, permitieron su reapertura. Claro, el precio del cobre estaba espectacular, una mina más es más producción y también dar más trabajo. Pero, en esas condiciones es antiético reabrir una mina. Hoy todos celebramos, pero no hay que olvidar que podríamos estar lamentando un duelo nacional.