Una vez leí que la nostalgia era el "dolor del retorno". Siempre me ha parecido que "nostalgia" es una palabra muy bonita. Mucho más expresiva y poética que "echar de menos". En este vocablo viene implícita una carga emocional muy fuerte. Para mí, la nostalgia está muy relacionada con el amor. Porque sólo de lo que amas, o de lo que amaste, puedes sentir nostalgia.
Es así como ahora yo siento nostalgia por mi país, mi familia y sobre todo, por él. Pero no lloro cuando lo pienso. Ya no. Porque la nostalgia se presenta hoy como algo positivo. Al sentir nostalgia por todo lo que dejé atrás al venir aquí, me doy cuenta de las cosas maravillosas que me esperan a mi regreso. Y eso me da más fuerzas para continuar esta aventura.
Si la nostalgia es el dolor del retorno o del recuerdo, es un dolor que asumo con alegría, porque esos recuerdos son preciosos. Los recuerdos de 23 años vividos en Santiago de Chile. Allá están todas mis historias familiares, las bonitas, las alegres, las tristes y las tensas. Mis ocho años de pololeo, la historia de "un amor a prueba de todo", como me dijeron una vez. Mis 14 años en el Colegio, donde muchas veces quise mandarlos a todos a la mierda, donde a veces creí que la mitad de lo que me enseñaron no me serviría para nada, pero donde también conocí a gente que me acompaña hasta hoy. También están allá mis seis años de Universidad. Época de mucho aprendizaje y formación académica. Años de amistades forjadas allí que pensé que serían eternas. La vida se ha encargado una y otra vez de demostrarme que nada es eterno.
Dejé allá también ese fatídico 2002. Cuando creí que el mundo se me venía encima, cuando el piso me tembló y me ví indefensa e impotente ante todo lo que ocurría frente a mis ojos. Cuando deambulé por un desierto entre tinieblas. En medio de toda esa oscuridad hubo una luz que nunca se apagó y que me guió hasta el final del camino. Hubo veces que sólo era un puntito brillante diminuto en medio de la oscuridad y creí perderla. Pero jamás se apagó. Una luz que hoy brilla con más fuerza, a pesar de las distancias.
Aunque dejé mi ciudad, escenario de todas estas vivencias, las historias continúan. Sobre todo mi historia favorita, esa que se inició un 26 de marzo de 1999. Un encuentro casual, una conversación agradable, unas miradas amistosas, pero sólo fue una noche más. Luego, unas llamadas por teléfono, más encuentros casuales y un 10 de abril, una invitación. Un par de salidas, unas miradas, unas indirectas muy directas y la incertidumbre. Esa que te hace andar nerviosa, cuando esperas ansiosa junto al teléfono, cuando te cambias ocho veces de ropa buscando verte linda, pero no demasiado arreglada. La idea era mostrar cierto interés, sin ser demasiado obvia. Hasta aquél 2 de mayo. Una noche de risas y baile. Después, una declaración de amor eterno y el primer beso.
Una historia que hoy sigue vigente. A pesar de mil problemas, a pesar del tiempo y la distancia, de peleas, indecisiones, viajes, proyectos frustrados y muertes de seres queridos. Un amor a prueba de todo. Porque a pesar de los altibajos, el balance siempre ha sido positivo. Porque me siento orgullosa de él, de sus logros y me río con sus tonteras. Porque acepto que es un ser humano como cualquier otro y no lo contemplo celebrándole todo lo que hace.
Una vez escuché que "Amar significa no tener que pedir perdón". Estoy en absoluto desacuerdo. Un amor de pareja entre dos seres perfectos sería un absurdo. Es necesario equivocarse y que el de al lado nos lo diga. Eso hace que seamos mejores personas. Pedir perdón a quien amas es la mejor forma de aprender. Y haciéndole ver a quien amamos que se equivocó, teniendo él que pedir perdón, lo ayuda a crecer como persona. Creo que uno NO debe aguantarle todo a su pareja. Pero tampoco creo que debemos sobrecargarlos de exigencias de perfección. ¿Hasta cuándo las actitudes contemplativas? ¿Hasta cuándo las exigencias de perfección a la pareja? No me interesa tener un hombre perfecto. Me moriría de la lata y además, si me exige que sea perfecta, lo mando a la mierda.
Pero, volviendo al tema de la nostalgia, creo que el dolor que implican mis recuerdos es por mis ganas de revivir los que son felices y más queridos, o por estar allí, en el lugar de los hechos y sus protagonistas. Eso me hace echar de menos a mi país. Pero sobre todo, mi nostalgia mayor es por él, que me ha acompañado durante estos ocho años, a pesar de todo y que siempre ha sido como una luz que está siempre presente.