sábado, noviembre 19, 2011

Contra la corriente

Este mundo es un mundo extraño. Nuestra sociedad se ha acostumbrado a no pensar, sino sólo a buscar una corriente de pensamiento o un estilo de vida que se le acomode y morir allí. Aprenden de memoria códigos y argumentos. Les cuesta cuestionar los aspectos más importantes de lo que su ideología les impone. Cuando es lo primero que uno debe cuestionarse: las bases. Les cuesta incluso cuestionar lo más simple y cotidiano. Deciden, en un algún momento de su vida, adherir a un molde: consevador, liberal, alternativo, comunista, integrista, rebelde, ecológica...¡da lo mismo! Eso es válido. Es un mundo libre (se supone) y uno puede decidir hacer con su vida lo que quiera. A veces, esa decisión pretende ser innovadora y contracorriente. Y ahí nos encontramos con todos los "antisistémicos"...que, al adherir a esa postura ortodoxamente, no se dan cuenta que el antisestima también es un sistema. Creen ser súper cool y originales con sus pintas alternativas llamativas y sus opiniones que rompen el molde, sin darse cuenta de que también se comportan como un rebaño...de un pastor alternativo, sí, pero que también es un pastor, que moldea su forma de pensar y vivir.


Pero, cuando uno se atreve a ser uno mismo, a dar sus opiniones, aunque éstas no encajen 100% con las de ninguna tendencia, sino que a veces toman elementos de todos lados, porque uno se atreve a pensar, a dialogar, a conocer...uno puede ser tachado de raro. Lo mismo, cuando te dedicas a algo que es fuera de lo común. Toda la vida, me miraron raro en el Colegio porque me gustaba leer y me encantaba la Historia. Por no demonizar la existencia de una ley de divorcio y por no creer que la gente que no es católica es mala. Talvez, desde chiquitita fui una "librepensadora", aunque no me guste ese apelativo ni nigún otro. Es que desde chica, además de sobreestimularme, fomentarme la lectura, mandarme a un Colegio con buen nivel académico (eso lo reconoceré siempre y lo agradeceré siempre), me enseñaron a pensar. De partida: me convencieron de que los niños que se aburrían eran flojos y sin imaginación. Crecí en una familia muy diversa, en todo ámbito: político, religioso, económico, social...en que, a pesar de las frecuentes discusiones, siempre se habló de todo. Nunca hubo un tema tabú, talvez había temas desagradables o no aptos para niños, pero jamás un tema tabú. Entonces, para mí era normal decir lo que pensaba y expresar mi opinión, sin miedo de ser tachada de nada. Pero bueno, la sociedad chilena no es así y escandalicé a mucha gente con mi forma de ser. Mi adolescencia fue compleja por ello, porque me dolía no encajar. Pero uno aprende. Y se da cuenta de que, si uno es realmente valiente y consecuente, si además no eres conflictivo, aunque tus ideas sean dignas de encerrarte en el psiquiátrico, si tu actitud no molesta, a la larga vas a ser respetado. En cualquier lugar. Y eso me ha pasado.


En todo caso, sé que vengo de la vereda privilegiada. Y a veces, algunos resentidos me lo han recriminado. Pero, al poco tiempo los conquisto. Porque yo no reniego de mis orígenes, así como ya no oculto mis limitaciones. Esto es lo que hay. Y punto. Y lo que he logrado en la vida, en parte es por mis propios méritos, y estoy orgullosa de eso. Y por otra parte, es porque soy privilegiada y he recibido mucha ayuda. Y la agradezco. Desconocer lo primero es reducir mi autoestima al mínimo. Y desconocer lo segundo es ser mal agradecida y soberbia. Y me da lo mismo que me digan cuica, peloláis, cartucha o loca, cuando es cierto que hay un poco de todo eso en este envaso. Talvez, hasta sea un poco hueca, aunque toda mi vida he renegado de eso. Pero bueno, es lo que hay. No me caso con nigún pensamiento, ni clásico ni alternativo, porque, aunque pueda parecer soberbio, a veces pienso por mí misma. Y no soporto nada que me ponga trabas cuando pienso por mí misma. No me siento más inteligente que el promedio, pero sí siento que aprovecho más mi inteligencia que el promedio. Eso es todo. Aunque a veces, pensar tanto, nos lleva a desvariar y a cometer errores garrafales, que cuando uno es más oveja, no cometería.

martes, noviembre 15, 2011

"Culebrones"

Hoy, en un momentito de ocio (escasos en estos tiempos, de fin de semestre, por lo demás), me preguntaba qué será lo que tienen las teleseries que prenden tanto entre la gente. Y no sólo en este país, ¡ojo! Y llegué a la conclusión de que tendemos a ver teleseries por la misma razón que vemos farándula o nos juntamos a copuchar: son instancias para "relajar las neuronas". Porque las teleseries, salvo contadas excepciones, repiten siempre los mismos temas, los mismos dramas, los mismos enredos. Pero la gente se engancha una y otra vez, porque es un modo de evadirse, por un ratito, de todo lo que nos preocupa, nos estresa o nos apena. Ver un drama ajeno, incluso si está en un idioma o con un acento diferente, sobre todo cuando llega a ser sensacionalista, pero por sobre todo, un drama ficticio, no sé por qué entretiene. Hasta puede subir el ánimo. Es una forma de evasión. El dramón de Abigail hacía más ameno el eterno planchado. Machos era una buena forma de acabar una larga tarde de estudio. Y así, miles de ejemplos. Talvez este post parezca enfermo de estúpido, pero me da lo mismo. Es impresionante cómo cada año, varias importantes cadenas de televisión invierten millones en teleseries (el mejor ejemplo es Brasil y sus producciones apoteósicas) y recaudan más. Es que a veces, en vez de ver noticias o las copuchas últimas de una farándula enferma de rasca (que es otro modo de evasión), es mejor concentrarse un rato en esos dramones y enredos familiares, triángulos amorosos, guaguas perdidas, etc.

Sobre todo porque vivimos en un mundo que está loco. Loco, enfermo, acelerado y a veces parece que es el mundo al revés. Sobrebombardeados de información, tanto positiva como negativa, superflua o importante, estresados con el ritmo cada vez más acelerados de la vida actual, hay momentos del día en que no queremos más guerra. Y es entonces donde la tele puede darnos un espacio de "paz" para nuestras neuronas. No es la panacea: yo trato de hacer otras cosas: leer, salir a pasear, hacer ejercicio, conversar...pero a veces, un poco de tontera se agradece. Bastante.