martes, febrero 02, 2010

Contra los amargados

Siguiendo mi costumbre de analizar los especímenes más peligrosos de la población, hoy hablaré acerca de aquellos que siempre andan con una cara como si se hubiesen tragado al seco medio litro de vinagre o como si tuviesen hemorroides: los amargados. Gente que siempre ve el lado malo de la vida y las personas, gente incapaz de disfrutar de lo simple. Por años, mi malgenio e inconformismo hizo que la gente que no se molestaba en conocerme me tachara como tal. Y al saberlo, me propuse ser menos rezongona, aunque lo alegona no se me ha quitado, pero trato de cambiar o lo que me molesta, cuando se puede, claro. Pero por lo menos yo, me enfurezco, pego 4 gritos y luego ando feliz de la vida. Yo me refiero con amargada a aquella gente que NUNCA está contenta, siempre se hace problemas, y sobre todo, le fascina pelar y criticar a los exitosos (¿por qué será? ¿acaso la envidia y la amargura son hermanas?).
En mi familia hay un ser de esos. Horroroso. Una persona que además, parece odiar la belleza (para mí la búsqueda de la felicidad, la armonía y la belleza son inherentes al ser humano. He conocido gente pobre como las ratas, moribunda o llena de problemas, y siempre se dan un tiempo para arreglarse, verse lo mejor posible o mantener un entorno armónico). A pesar de tenerlo todo para ser feliz, anda vestida como penitente (por que además es avara patológica), siempre con un rictus amargo en la boca, dA e la que no hay velada donde no le brote un comentario desagradable. Un ser difícil de tragar, que estoy obligada a tolerar.
Aún no entiendo el origen de tanta negatividad. No me vengan con que tuvo una vida difícil, porque no es excusa para tanta mala onda. Conozco gente que lo ha pasado diez mil veces peor y no anda tratando de hacerle la vida miserable a los demás. Este especimen se especializa en ello: pesadeces y descalificaciones a la orden del día, incluso con sus hijos. Además, a pesar de adolecer de una ignorancia que a mí me da pena (si yo fuese tan ignorante andaría muda por la vida), se cree dueño de la verdad, hablando de lo que se le viene en gana, como si lo hiciese ex cáthedra. A varios nos ha tocado refutarle sus tonteras (porque el 80% de lo que habla son tonteras) y dejarlo calladito por un rato (¡qué triunfo!)
Su actitud es tóxica y carbonera. De los que no pierden oportunidad en cagarte la onda cuando todos lo pasan bien. De los que cuando te felicitan por algo, detrasito viene el comentario ácido. Lo que no entiendo es qué lleva a una persona a de la nada odiar la felicidad y la belleza, tanto ajena como propia (porque el primer paso para ser feliz es cambiar la cara larga). Me da náuseas, ¡es despreciable! La vida es un regalo, ¿para qué contaminarlo con malas ondas, si además es corta? ¡Qué diferencia con los grandes referentes de mi vida, hombres y mujeres luchadores, que a pesar de la adversidad siempre tienen tiempo para una palabra amable, un gesto solidario o la disposición a pasar un buen momento o hacerle la vida más agradable a los demás!
Desde acá, le digo a esa persona que se vaya al lugar de donde salen sus malas vibras. Y que se quede allá. Acá no la queremos. La próxima vez que la vea, le hago un sahumerio, a ver si no se derrite.

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