domingo, diciembre 26, 2010

Navidad

No tengo espíritu navideño. Nunca lo tuve. Desde chiquitita, sabía perfectamente qué se celebraba y que llegarían regalitos. Ambas cosas me agradaban, es cierto. Pero nunca he podido vibrar con la Navidad como lo hacen los demás. Una vez el destino me hizo pasar un 24 de diciembre arriba de un avión. Sola. Algo que para muchos podría ser causal de una depresión horrorosa. No para mí. Yo iba feliz a encontrarme con mi amor, después de tres meses sin vernos.
Para mí, la Navidad conmemora el nacimiento de Jesús y por tanto, es una excusa más, y una de las más lindas, para juntarse a compartir en familia. Me encantan los pesebres, me gustan los arbolitos. Me gusta hacer regalos y obviamente, también recibirlos. La figura del Viejo Pascuero, vestido de Polo Norte en un país donde en diciembre hacen más de 30º grados, me parece absurda. Ahora, la historia detrás del Viejo Pascuero, la de San Nicolás de Myra, es maravillosa. No me gustan las luces navideñas en las casas ni los villancicos. Sobre todo, los que son en inglés. Es cierto, una vez me subí a un escenario a cantar uno, pero fue una humorada. Prefiero esos maravillosos conciertos de Navidad europeos que uno puede ver en el cable, como el de la abadía de Saint Gall o el del Orfeón donostiarra. Esa música navideña es la que me gusta. Y lo que menos soporto es la histeria prenavideña santiaguina: tacos por todas partes, gente atiborrando el mall para endeudarse comprando mil quinientos regalos...¿es necesario atiborrar a los niños con tanto juguete caro? Por eso, hago mis compras con tiempo, preocupación, cariño, pero no me las doy de Farkas.
Mi actitud indiferente y malgenio ante la Navidad me ha dado el apodo de Grinch, el que asumo con honestidad. Hay gente que incluso me ha preguntado si me pasó alguna cosa terrible en Navidad y si sería una especie de trauma. Para nada, siempre he tenido felices navidades. Por eso, la historia de Evenezer Scrooge en "Canción de Navidad" de Charles Dickens es mi favorita. No soy una tacaña trabajólica como él, pero tampoco tengo espíritu navideño. A diferencia suya, yo tengo una linda familia. Pero no espíritu navideño. Por eso, me encantaría ser visitada por los tres espíritus de Navidad. A ver si con eso la Navidad comienza a emocionarme. Es que creo que lo que se conmemora, el nacimiento de Jesús, no tiene nada que ver con cómo se celebra. Obviamente, está bien lo del pesebre (aunque encuentro absurdo el esperar hasta las 12 para poner al niñito Jesús, si es para eso, el pesebre debiera armarse el 24 por la mañana sólo con María, José y el burro, a las 12 poner al Niño, a las 2 am la mula, el buey y los pastorcitos, y hacer que los Reyes llegaran el 6 de enero, si estamos tan puristas...). También me parece bien ir a la Misa del Gallo y cantar villancicos (aunque a mí no me gusten). Es perfecto y precioso compartir en familia ese día. También, aprovechar de regalar a gente necesitada. Lo que no me cuadra es que el nacimiento de Jesús se haya transformado en una fiesta consumista.

1 comentario:

Punto cono dijo...

Es verdad eso de que esto se ha transformado en una fiesta consumista, pero vale la pena disfrutar la cara de los niños al abrir sus regalos con ojos grandes cual marsupial jijiji...Aunque no estoy muy de acuerdo en regalarles tantos juguetes y creo que a mi hijo nunca le inculcare lo del viejo pascuero, me sumo a la celebración porque me gusta dar pequeños presentes y comer rico :)