viernes, julio 10, 2009

The Old School Yard

Recuerdo que en la película de Richard Linkater, Rebeldes y Confundidos (también traducida como Generación Cool), el protagonista decía a sus amigos que si alguna vez le oían decir que los mejores años de su vida fueron los escolares, porfavor alguien le recordara suicidarse. A mí, que la primera vez que ví esa películoa tenía 14 años, esa frase me marcó. Porque yo odiaba el colegio. Nunca fui de esos niños idílicos que van felices al colegio, que tienen miles de amigos y hacen las tareas, se ponen su delantal y todo con su mejor sonrisa, sin cuestionar nada. Yo no era así. Nunca lo fui. Expulsada de la sala de clases en kinder, por negarme a cantar una canción melosa que nos enseñaban para cantar para el día de la Madre. Siempre perdía el delantal, olvidaba las tareas y como usaba anteojos con parche, no era muy popular entre los demás niños. Y mi malgenio tampoco ayudaba. Es que además, cuando tienes algo que te hace distinta, y el resto te molesta por ello, debes defenderte. Así comenzó mi fama de malgenio, que hasta el día de hoy me acompaña. Y hasta me gusta un poco, porque me da todo un aurea de respeto, como que la gente me tiene miedo. Y no me molestan. Genial.
Al ir creciendo, se acabaron los parches y las burlas. Tenía amigas, pocas, algunas muy buenas y otras que prefiero olvidar. No es culpa de ellas ni mía. En ese sentido, soy rosseauniana, le echo la culpa al contexto en el que crecimos. Un ambiente donde las apariencias y lo material era lo más importante. Superficial, falso y uniforme. Todas fueron creciendo, idénticas como gotas de agua: vestidas iguales, peinadas igual, usaban la misma mochila, los mismos zapatos, los mismos vestidos en las fiestas y todos sus pololos y amigos eran iguales, pensaban igual, iban a los mismos colegios, manejaban los mismos autos, vivían en los mismos barrios y veraneaban en los mismos lugares. Yo, que era un poco distinta, era tachada de rara. Y cuando demostré mi tedio ante tanta falsedad, superficialidad y uniformidad, me dijeron amargada. Es lo que hay. Yo hacía mi vida por fuera de esa burbuja. Siempre lo hice y pasé por varias fases. Como buena adolescente, algunas de ellas fueron ridículas y patéticas. La peor de ellas fue aquella en la que traté de ser como las otras florecillas del jardín: nunca me sentí más miserable y hueca. Y por eso, a los 16 decidí simplemente ser yo misma. Gustase a quien le gustase. Jamás volvería a hacer algo por obligación ni a decir lo que sentía. ¡Ojalá pudiera seguir viviendo así! Hoy soy adulta, y como tal, muchas veces hacer lo que no queremos es un deber y como adultos, madura y responsablemente lo aceptamos.
Llegó un momento en que lo único que quería era egresar de una vez por todas de ese colegio, para no ver nunca más a nadie. Pero, después me di cuenta de que, tras esa máscara de superficiales y clones, se escondían niñas muy dulces y generosas. Aunque jamás pude llegar a un nivel de amistad demasiado profundo con ellas, aprendí a quererlas. Y de vez en cuando las veo y disfruto de su compañía. Ahí fue cuando descubrí que a pesar de mí, de que yo jamás sería así como eran ellas, porque valoramos cosas distintas de la vida, igual era una de ellas. La oveja negra sigue siendo parte del rebaño. Aunque bajo su piel se esconde un lobo. Me dí cuenta de que por algo el destino me puso ahí. Para aprender a adaptarme hasta en el lugar más opuesto a mi forma de ser. Para tolerar lo que no entiendo y aceptar opiniones impensables para mí.

2 comentarios:

Alvaro en OZ dijo...

Yo nunca he sido muy rebelde, pero si soy crítico y un tanto ácido a veces. Y lo era cuando era un estudiante de media y me disgustaba el doble estándard presente en un colegio supuestamente católico, lleno de reglas idiotas y castradoras. Y en la U lo mismo, sintiéndome un tanto fuera de lugar en forma permanente. Y cuando miro para atrás, sigo siendo crítico de la época de la adolescencia, a pesar de mantener amigos desde esa época quienes si edulcoran esos años. Para mi la adolescencia fue una seguidillas de verguenzas y humillaciones, pero también de crecimiento y descubrimiento. No fueron los mejores años, pero tampoco han sido los peores.
Saludos.

Kuky Haindl dijo...

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