
Creo que alguna vez les conté que mi primer mes en España fue bastante solitario, hasta que comencé a conocer gente que estaba en las mismas que yo, convirtiéndose, hasta el día de hoy, en mis grandes amigos. Hoy voy a hablarles de algunas de ellas, mis amigas de México, a las que conocí, por casualidad, en un inolvidable viaje a Barcelona. Nuestra amistad nació en la horrorosa estación de autobuses de Pamplona, que hace poco ha sido reemplazada por una más moderna y acorde con las necesidades de esa ciudad. Juntas soportamos las cinco horas de viaje, oyendo los desagradables cánticos y chillidos de un grupo de gringos borrachos que compartían nuestro transporte. Pero en esas cinco horas, esta "chilenita" le contó su vida entera a las tres "chavas", que a su vez le narraron sus propias experiencias.
La llegada a Barcelona no fue lo que esperábamos: eran más de las 11 de la noche, cuando bajamos del bus y cruzamos media ciudad en metro, perdiéndonos por unas oscuras y húmedas calles. Finalmente, encontramos nuestro alojamiento, que dejaba mucho que desear. Pero, era lo que había. Y además, era esperable: un viaje organizado por el Centro de Relaciones Internacionales de la uni, una especie de Centro de Alumnos dedicado a acoger a los múltiples extranjeros que llegan cada año a Navarra, dado el precio que habíamos pagado, no podía ser mejor que eso. Pero, las inocentes y elegantes hondureñas que se habían unido a nuestra "pandilla latina", decidieron que eso era muy "cutre" (rasca) para ellas y se fueron al piso de una amiga suya.
Las Ramblas fueron nuestra primera parada. Ahí compartimos unos gigantes "bocatas" (sandwiches de baguettes) y unas bebidas, mientras veíamos pasar todo tipo de gente. Por ahí escuché un acento muy familiar...¡era que no! si Barcelona y Madrid están plagadas de chilenos. Mientras los gringuitos cantores y sus amigas barbies fueron de juerga a Pachá, nosotras, cual Cenicienta, fuimos a dormir a las una, para poder levantarnos temprano y recorrer la ciudad entera.
Tuvimos un viernes intenso por Barcelona: el Montjuic fue nuestra primera parada, con sus museos y su vista espectacular. Luego, la Barceloneta y la playa, para acabar con tarde de shopping en el Mare Magnum. Ese día, las "Cenicientas" nos acostamos un poquito más tarde, luego de una larga sobremesa en las Ramblas. ¡Qué preciosa ciudad! Su mezcla arquitectónica es impresionante: su legado gótico nos recuerda con orgullo su calidad de ciudad más importante en la península ibérica del siglo XIV; la obra de Gaudí nos evoca la época de las vanguardias, y al mismo tiempo, el mundo de la Historia Sin Fin. Hermosa mezcla de pasado, presente y futuro, bañada por el Mediterráneo. Ésa es Barcelona.
El sábado fue nuestro día de Gaudí. Casa Milá, Casa Batló y Parque Güell. En éste último, me sentí realmente transportada a un mundo de hadas y duendes, a ser como la protagonista de un relato fantástico. Para el final, el postre, que me hizo llorar de emoción: la Sagrada Familia. No hay palabras para describirla. Simplemente, me dejó muda. Y al subir una de sus torres, ví la ciudad a mis pies. A pesar del vértigo, la felicidad y emoción eran gigantescas. Un día tan lleno de caminatas, recorridos y emociones, nos dejó agotadas. Tempranito nos fuimos a dormir: partiríamos el domingo a las dos de la tarde y queríamos conocer el Barrio Gótico. Porque el sábado, no alcanzamos a verlo de día.
Así, la mañana del domingo la aprovechamos para concer el Barrio Gótico. Yo estaba feliz: como medievalista, simplemente ¡amo! el gótico. Después de recorrerl, acompañé a mis amigas a misa. Acepté, porque escogieron nada menos que la catedral y créanme, Barcelona bien vale una misa. Lo que yo no sabía, aunque en realidad de ñoña, porque después de tres días allí se me hacía bastante obvio, es que la misa se hacía en catalán. Con esfuerzo, logramos entenderla.
Recuerdo con nostalgia ese fin de semana, porque además de ser el momento en que conocí tan preciosa e interesante ciudad, conocí a tres grandes amigas. Y, a través de ellas, conocí a las chicas que vivían con ellas y otras amigas suyas. Así, se armaría nuestra querida "kuadrilla": nuestra "familia" en Pamplona.