Eso me pasa siempre: cada vez que estoy insatisfecha con algún aspecto de mi vida, lo mejor que me puede pasar es mirar alrededor. No es que uno se compare, ni busque al que lo pasa peor para sentirse mejor. Eso me carga y me parece mediocre. Pero sí lo hago por otra razón: al ver los problemas del resto, me doy cuenta que a veces me quejo por huevadas. Y ahí, vuelvo a ser una agradecida de esta vida, que es un regalo, pero un regalo que hay que luchar cada día por mantener. Alguna vez dije aquí que la vida es un campo de batalla. Lo dije en un momento en que sentía que libraba varias, fue un año complicado, de deseperaciones y dolor.
Ya no mantengo esa actitud beligerante, porque las aguas están más mansas. Pero jamás bajo la guardia. Las veces que la he bajado, algo pasa. Siempre. Nada en esta vida es eterno, nada está asegurado. Pero es mejor así, ¿saben? Si no fuese así, nos aburriríamos. Cada golpe, cada desilusión, cada proyecto fallido, me inspira a hacer correcciones, diseñar nuevos proyectos, emprender nuevos rumbos, trazar nuevas metas. Y siempre, termino creyendo que todo fue para mejor.
Y en eso he estado, emprendiendo nuevos proyectos, leyendo y escribiendo mucho. Disfrutando. Actualizando conocimientos. Diseñando nuevas estrategias para enseñar. Me encanta lo que hago, y soy una agradecida de poder dedicarme a ello. De verdad lo disfruto. Aunque la Historia sea una amante intensa, absorbente, y no muy lucrativa, al menos en este país. Me fascina. Me encanta enseñar. Lo paso bien, y me siento privilegiada por poder disfrutar de lo que hago. No todos tienen la misma suerte. Y a veces, eso es más importante que recibir un tremendo sueldo, como ocurre en otras profesiones. Eso me consuela en los meses de vacas flacas. No podría estar todo el día en una oficina analizando balances, por ejemplo. ¡Muero de lata!
Pero es impresionante cómo el tiempo pasa cada vez más deprisa. Parece que fue ayer ese 17 de marzo, fecha de mi última entrada, en la que despotricaba contra algunas tendencias de la juventud actual. Lucho contra eso a diario, y me sorprende gratamente ver cómo muchos de mis alumnos (casi la mayoría), condenan esas tendencias. Me alegra. Quiere decir que los padres están haciendo su trabajo y nosotros, sus profes, contribuimos con nuestro granito de arena para que así sea.
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