domingo, julio 22, 2012

¿Por qué luchamos?

Hace como un mes, al leer una revista, me encontré con una reflexión que me tiene muuy pensativa: una mujer que, al alcanzar el éxito, se angustió y deprimió. Y eso, me hizo recordar una reflexión que tuve hace meses: me pasé tantos años peleando por lo que quería hacer que, justo cuando lo conseguí me volví un ser angustiado, estresado y mareado. Y llegué a pensar que fue porque ya no sabía por qué pelear. Y, al ser de naturaleza guerrera, al seruno de mis lemas "life is a battlefield", por primera vez en mucho tiempo, no encontraba batallas qué pelear.
Ayer, me encontré nuevamente con un testimonio que me dejó pensativa: la entrevista que le hicieron a Cristián Warken quien, en un proceso de crisis personal (crisis entendida como un proceso de cambio, en su caso, al parecer, iniciado por un duelo a raíz de la muerte de su hijo, un duelo que ha decidido sabiamente vivir como deben vivirse los duelos: sentidos, reposados y respetando sus tiempos personales), ha decidido vivir una vida más simple, más reposada, menos trabajólica y materialista. Partiendo de la base de que él nunca me ha parecido ni trabajólico ni consumista, sí está optando por una vida más sencilla, renunciando a muchas de las cosas de las que llenamos nuestras vidas creyendo que con eso estaremos seguros y felices. Pero, al final nos metemos en el engranaje de una maquinaria sin fin, que nos va consumiendo.
Y es un tema que a mí me llega, y creo que a todos no nos debería dejar indiferentes: cómo a veces pasamos años y años buscando conseguir algo, y cómo al conseguirlo, nos damos cuenta que en eso no se basa nuestra felicidad. Yo pasé dos años llorando y peleando para lograr hacer ´clases en la Universidad y tener un trabajo estable. Y el 2010, cuando finalmente logré tener 4 ramos en dos universidades distintas, un curso de posgrado y un contrato en un Colegio, ¡colapsé! Pasé seis meses de mi vida mareada, con crisis de pánico. Corría todo el día, por las tardes ya no quería hacer nada, y en las noches me costaba dormir. Además, como familia, vivíamos un duelo muy fuerte y el mismo país estaba, literalmente, tambaleándose. Y por razones de salud, tuve que reducir mi carga laboral, creyendo que algún día lo retomaría, cuando saliera de mi colapso.
Hoy, dos años después, completamente restablecida, ni en sueños pretendo volver a sobrecargarme jamás como hice en 2010. Ya no le veo sentido. Me encanta lo que hago, pero lo que hago no define quién soy, no es lo único que soy. Me hace feliz, pero no pretendo volver a esclavizarme. Obviamente, esto tuvo un costo económico, pero lo asumí sin problemas: total, los excedentes me los gasté casi todos en sanarme. Y volví a sentirme libre y a disfrutar de lo que hacía, Y lo más importante: volví a tener vida. Ahora llego en las tardes, cansada, pero con ganas de hacer cosas, disfruto nuevamente de la vida y duermo bien en las noches.
Creo que a veces, y al menos, fue lo que me pasó a mí, nos autoadjudicamos un rol de guerreros por la vida tan intenso, que luchamos con tanta fuerza por lo que creemos importante, que cuando lo conseguimos, estamos demasiado agotados para disfrutarlo. Mejor vivir el momento, agradecer a cada instante lo que tenemos, y obviamente, jamás bajar la guardia (lo siento, es mi naturaleza, jeje). Pero, ir sin prisas ni ansiedades, respetar nuestros tiempos y a veces, como el gran Cristián Warken, bajarse un tiempo de la montaña rusa, cuando sentimos que nos ahoga y marea, y entregarnos a una vida más sencilla.