Hoy, por fin, logré desahogarme. Hablé con mi madre, y la señora es tan chora e inteligente, tan perceptiva, que una vez más, dio en el clavo. El origen de mi estrés es uno y más que vacaciones, medicamentos o terapias, lo que necesito es dar vuelta la hoja. Y para ello, desgraciadamente, no basta con que yo la dé vuelta, sino también los involucrados. No saco nada con viajar por el mundo, tomarme vacaciones con cura de sueño (como ha sido esta DELICIOSA semana) y seguir tratamientos, si un día en un ambiente con malas vibras logra hacerme retroceder lo avanzado y "chuparme" toda la energía. Evitar las malas vibras o en su defecto, intentar neutralizarlas, es lo que debo hacer. Y como están las cosas, me temo que alejarme es lo más sensato. Al menos por ahora. Ya basta de jugar a ser Juana de Arco y querer salvar a todo el mundo. Primero, me debo salvar a mí misma. Ya ven cómo terminó Juana de Arco con su actitud heroica. Y ella era santa. Yo no. Estoy lejos de serlo.
Mi problema es que soy demasiado sensible. Y me basta una mirada para saber qué siente una persona. Y cuando veo que los sentimientos son de una pena tan profunda, me siento sobrepasada. Por eso, tuve que huir. Un minuto más allí y mi energía, que se vio disminuida, se iría a cero. Lo que percibí es lo más terrible que he percibido en mi vida. Ahora comprendo perfectamente a lo que se refería el autor de "La Historia Sin Fin" cuando describió el pantano de la tristeza. Me dí cuenta de que, ni en el momento más sombrío de mi vida, he experimentado una pena de ese modo. Ese sentir que la pena te hunde y ahoga. Eso fue lo que vi en los ojos de esa persona. Pero yo no tengo las armas para ayudarle a salir de ahí. Debo ser como Atreyu, seguir adelante, aunque Artax se hunda en el camino. Cuando la tristeza es tanta que mina la voluntad de una persona, un simple ser humano nada puede hacer. Es hora de recurrir a los profesionales. Una puede ser contenedora, escuchar a los demás, abrazarlos y talvez, proponer soluciones, pero no podemos creernos superhéroes. Sabemos que ese momento en que los escuchas o ese abrazo, es sólo un bálsamo: cura los síntomas, no la enfermedad.
Tal vez esta entrada parezca muy densa, pero debo sacar fuera de mí estos sentimientos. La vida sigue y es un regalo, por tanto hay que gozarla y disfrutarla. No sufrirla. Y está bien ayudar y acompañar a los demás, pero hay límites. Y sobre todo, yo no puedo ayudar a quien no quiere ser ayudado. Porque al sumirse de ese modo en la depresión, una persona pierde un poco la voluntad. Y creo que ésta es indispensable para salir adelante. Sé que muchos leen esto, talvez muchos que han sufrido este tipo de pena que envuelve y ahoga. Y estarán de acuerdo conmigo que la voluntad es la clave para sanarse y de que es muy peligroso ese sentimiento, ya que puede arrastrar a muchos consigo.