Esta entrada está titulada de una forma un poco amenazadora, aunque mientras escribo, estoy muy tranquila. Mi furia es con algo específico, pero estoy tranquila, porque sé que la forma en que hice las cosas fue con buena intención y yo, como siempre, me esforcé al máximo. Pero, cuando haces un trabajo en conjunto con otras personas, a quienes uno desde siempre fue con claridad, dejando sus reglas del juego muy explicadas, y son los otros quienes las cambian a cada rato, uno se aburre. Se aburre de escuchar quejas, de no recibir lo que en principio se pactó, y prefiere alejarse.
Yo dejé las reglas del juego claritas desde el principio: envié oportunamente programas, establecí quórum mínimo y propuse un precio. Todo me lo aceptaron. Pero, de a poco, comenzaron a ir demostrando su desorden: cuando ya llevaba un mes y medio promocionándolo, me obligaron a subir el precio. Eso hizo que mucha gente obviamente desistiera, eso es poco serio. Después, llegaron dos personas a inscribirse y nadie las atendió, porque "nadie tenía los programas" (cuando yo los mandé cuando correspondía, mucho antes de empezar a promocionar el curso). Eso también molesta a la gente. También, me jugó en contra una mala fama anterior que se hicieron con otras personas, al no avisar cuando los cursos comenzaban o no. Eso no se hace.
La semana anterior al comienzo, me hicieron ver su inquietud, al no haber logrado el quórum mínimo y yo les expliqué que, si éste no se cumplía, el curso No partía. Pero ellos, por quedar bien con quienes ya habían pagado, prefirieron comenzar con menos. Obvio que con menos del quórum mínimo, no se verían beneficiados económicamente. Pero, prefirieron partir igual. Y entonces, yo pensé que ellos no buscaban el lucro, sino la promoción cultural. Y me quedé tranquila, haciendo mis cursos feliz, con poca gente, muy interesada por lo demás.
Hasta la última semana de septiembre, se demostraban encantados conmigo. A veces se quejaban del bajo quórum, pero me daban a entender que seguíamos. Y a princiopios de octubre, tras recibir las inscripciones de los alumnos, me dicen que no pueden seguir así y que deebo llevarme el curso a otra parte. De hecho, me lo llevo a mi casa, y feliz. Pero, me molestó que no fueran capaces de dar la cara frente a los alumnos y les hayan recibido la plata igual (aunque después me la entregaron a mí) y fueran tan cínicos. No soporto las dobles caras. Palmaditas en la espalda y luego puñales. Así no se hacen las cosas. Por eso, con ellos, ni a la esquina. Nunca más.