La vida es un campo de batalla. Sé que suena a parafrásis de una conocida canción de los '80, pero es justo lo que siento en esto momento. Citando otra canción "when everything feels like the movies, you bleed just you know you are alive". Todo en la vida significa lucha y esfuerzo. Desde el principio: la concepción de un niño es un milagro, y que llegue a desarrollarse, para luego nacer, lo es más aún. Por eso, amamos tanto la vida, porque es un regalo. Un regalo por el que luchamos toda la vida para que sea feliz, plena, virtuosa, placentera y duradera.
Pero, Dios constantemente nos recuerda que la vida es un regalo y nos hace hacer méritos. Nos da nuevas batallas que enfrentar. Por eso, creo que la vida es un campo de batalla. No lo digo de forma pesimista, de ningún modo. Creo que debemos enfrentar con valor cada una de esas batallas. Algunas las ganaremos, otras no. A veces, quedaremos tan desconcertados con el resultado, que creeremos que fue un empate. Pero siempre, bajo cualquier circunstancia, hay que seguir peleando. Hasta el final, hasta el último aliento.
Siempre he pensado así, y cuando he olvidado eso, tratando de creer que mi vida es como un cuento de hadas, la vida se encarga de recordarme que este soldado sólo estaba de vacaciones. Nunca podemos guardar la armadura, aunque a veces nos la quitamos un ratito, para celebrar o descansar. A veces, creemos que no podremos enfrentarlos. Entonces, lo peor que podemos hacer es ignorar la batalla o evadirnos de lo que pasa. Si hacemos eso, la derrota es segura. La huida antes de la batalla es la peor derrota.
El hecho de que la vida sea un campo de batalla y que constantemente nos ponga tantas trabas en el camino, no hace sino hacerla más valiosa. ¿Cómo podríamos apreciar la risa si nunca hemos llorado?