jueves, febrero 26, 2009

Pruebas

Ayer comenzó la Cuaresma. Cuando estaba en el colegio, los profes de religión y los curas nos exhortaban a hacer algún sacrificio, para llegar "purificadas" a la Pascua de Resurrección. Sin ánimo de juzgar, nunca comprendí la forma en que mis compañeras hacían los suyos: generalmente ofrecían abstenerse de comer algo rico, de tomar o fumar. Hasta ahí, no hay problemas. La idea es hacer algo que cueste. Pero, no entendía la razón de proclamarlo a los cuatro vientos. Ni tampoco el que, llegada las doce de la noche del Sábado de Gloria, se atracaran de chocolates o retomaran, casi cronometrando el tiempo, el fin de su abstinencia. Lo encontraba fariseico, pero creo que éramos inmaduras y no habíamos comprendido el verdadero sentido de la Cuaresma. Mis sacrificios rara vez tenían que ver con lo físico. Lo que yo intentaba era esforzarme por cambiar mi actitud en algún aspecto. Una vez prometí no ser malgenio ni alegona. No le conté a nadie y pasé cuarenta días mordiéndome la lengua cada vez que me enojaba con alguien (cosa que me pasa diariamente). Me costó mucho. Pero, no se me pasó por la cabeza esperar con cronómetro las doce del Sábado de Gloria para desahogarme. De hecho, me sirvió para ser un poquito más controlada.
Esta Cuaresma me vino de golpe, en medio de momentos de grandes pruebas. Y lo único que se me ocurre es enfrentarlas con valor. De chica me enseñaron a "ofrecer a Dios" mis problemas. Y desde ahí, tomé la costumbre de "hablar con Dios" para pedirle ayuda e incluso, alegarle cuando siento que "se le pasa la mano conmigo". Deben estar pensando: "pero, qué mujer más loca" o deben estarse riendo. Esta vez, pasé dos días furiosa, hecha un energúmeno y "peleando con Dios", porque no tenía a quién más reclamar lo que me pasaba. Lloré y pataleé mucho, porque necesitaba estar fuerte para afrontar lo que se venía. Y gracias a esos dos días de furia, pasé el momento de crisis casi como una espartana. Ahora, queda enfrentar las consecuencias de estas grandes pruebas. Y en esta Cuaresma, no se me ocurre nada más que ofrecer que una valentía, paciencia y tranquilidad inmensas para aquello.