lunes, mayo 26, 2008

Olite: Todos íbamos a ser reyes y reinas


A este precioso pueblito en la "Navarra profunda", llegué junto a tres amigos una fría mañana de noviembre. En Olite hicieron su residencia los reyes de Navarra e hicieron de esta localidad un maravilloso rincón medieval, donde destaca el espectacular palacio de Carlos III. Una restauración reciente no supo respetar el estilo original, sino que lo exageró, convirtiéndolo en un castillo digno de cuentos. Por eso, por un día, cuatro sudamericanos nos sentimos reyes o príncipes de Navarra.

miércoles, mayo 14, 2008

Barcelona y el inicio de una gran amistad



Creo que alguna vez les conté que mi primer mes en España fue bastante solitario, hasta que comencé a conocer gente que estaba en las mismas que yo, convirtiéndose, hasta el día de hoy, en mis grandes amigos. Hoy voy a hablarles de algunas de ellas, mis amigas de México, a las que conocí, por casualidad, en un inolvidable viaje a Barcelona. Nuestra amistad nació en la horrorosa estación de autobuses de Pamplona, que hace poco ha sido reemplazada por una más moderna y acorde con las necesidades de esa ciudad. Juntas soportamos las cinco horas de viaje, oyendo los desagradables cánticos y chillidos de un grupo de gringos borrachos que compartían nuestro transporte. Pero en esas cinco horas, esta "chilenita" le contó su vida entera a las tres "chavas", que a su vez le narraron sus propias experiencias.

La llegada a Barcelona no fue lo que esperábamos: eran más de las 11 de la noche, cuando bajamos del bus y cruzamos media ciudad en metro, perdiéndonos por unas oscuras y húmedas calles. Finalmente, encontramos nuestro alojamiento, que dejaba mucho que desear. Pero, era lo que había. Y además, era esperable: un viaje organizado por el Centro de Relaciones Internacionales de la uni, una especie de Centro de Alumnos dedicado a acoger a los múltiples extranjeros que llegan cada año a Navarra, dado el precio que habíamos pagado, no podía ser mejor que eso. Pero, las inocentes y elegantes hondureñas que se habían unido a nuestra "pandilla latina", decidieron que eso era muy "cutre" (rasca) para ellas y se fueron al piso de una amiga suya.

Las Ramblas fueron nuestra primera parada. Ahí compartimos unos gigantes "bocatas" (sandwiches de baguettes) y unas bebidas, mientras veíamos pasar todo tipo de gente. Por ahí escuché un acento muy familiar...¡era que no! si Barcelona y Madrid están plagadas de chilenos. Mientras los gringuitos cantores y sus amigas barbies fueron de juerga a Pachá, nosotras, cual Cenicienta, fuimos a dormir a las una, para poder levantarnos temprano y recorrer la ciudad entera.

Tuvimos un viernes intenso por Barcelona: el Montjuic fue nuestra primera parada, con sus museos y su vista espectacular. Luego, la Barceloneta y la playa, para acabar con tarde de shopping en el Mare Magnum. Ese día, las "Cenicientas" nos acostamos un poquito más tarde, luego de una larga sobremesa en las Ramblas. ¡Qué preciosa ciudad! Su mezcla arquitectónica es impresionante: su legado gótico nos recuerda con orgullo su calidad de ciudad más importante en la península ibérica del siglo XIV; la obra de Gaudí nos evoca la época de las vanguardias, y al mismo tiempo, el mundo de la Historia Sin Fin. Hermosa mezcla de pasado, presente y futuro, bañada por el Mediterráneo. Ésa es Barcelona.

El sábado fue nuestro día de Gaudí. Casa Milá, Casa Batló y Parque Güell. En éste último, me sentí realmente transportada a un mundo de hadas y duendes, a ser como la protagonista de un relato fantástico. Para el final, el postre, que me hizo llorar de emoción: la Sagrada Familia. No hay palabras para describirla. Simplemente, me dejó muda. Y al subir una de sus torres, ví la ciudad a mis pies. A pesar del vértigo, la felicidad y emoción eran gigantescas. Un día tan lleno de caminatas, recorridos y emociones, nos dejó agotadas. Tempranito nos fuimos a dormir: partiríamos el domingo a las dos de la tarde y queríamos conocer el Barrio Gótico. Porque el sábado, no alcanzamos a verlo de día.

Así, la mañana del domingo la aprovechamos para concer el Barrio Gótico. Yo estaba feliz: como medievalista, simplemente ¡amo! el gótico. Después de recorrerl, acompañé a mis amigas a misa. Acepté, porque escogieron nada menos que la catedral y créanme, Barcelona bien vale una misa. Lo que yo no sabía, aunque en realidad de ñoña, porque después de tres días allí se me hacía bastante obvio, es que la misa se hacía en catalán. Con esfuerzo, logramos entenderla.

Recuerdo con nostalgia ese fin de semana, porque además de ser el momento en que conocí tan preciosa e interesante ciudad, conocí a tres grandes amigas. Y, a través de ellas, conocí a las chicas que vivían con ellas y otras amigas suyas. Así, se armaría nuestra querida "kuadrilla": nuestra "familia" en Pamplona.

lunes, mayo 12, 2008

Recuerdos de Madrid



En febrero del 2007, acabé con éxito mis exámenes del primer semestre de mi master. Entonces, con mis ex compañeras de piso y otras amigas suyas nos las emplumamos hacia Madrid por un fin de semana. Con sus múltiples contactos, ellas se consiguieron una van ("furgoneta", como le llaman por esos lares) y un alojamiento baratísimo en pleno barrio Recoletos de Madrid. En auto, el trayecto Pamplona-Madrid son unas 4 horas. Y entrar a Madrid en auto, para nosotras, "pueblerinas navarras", no era fácil. Madrid es bastante grande, llena de modernas autopistas y no teníamos mucha idea de cómo llegar a Recoletos. Por suerte, la que manejaba en ese momento era una experta y llegamos sin problemas...aunque con una que otra peripecia.

Al llegar a Madrid, a las doce de la noche, dimos varias vueltas en círculos, sin lograr achuntarle a la salida correcta. Así que empezamos a preguntar. La gente en Madrid, en general, se mostró muy amable. Primero, una pareja, nos dejó muy bien encaminadas. Pero luego nos desorientamos nuevamente y no sabíamos hacia dónde seguir. Preguntamos al auto del lado, con tan mala suerte, que el amable señor que lo manejaba era ruso y no tenía mucha idea de lo que estábamos preguntando. Entonces apareció un taxista que entre gritos y sin dejar de comerse un kit kat, nos fue guiando por la salida correcta. Tanta fue su disposición, que por cinco minutos nos siguió por la autopista, comiendo su chocolate e indicándonos por donde ir, hasta que logramos llegar adonde queríamos.

Pero, como éramos bien ñoñas perdidas, llegamos a la zona que queríamos, pero no supimos cómo meternos a la calle que buscábamos. Llevábamos el clásico mapita, pero cuando éstos no traen el sentido de las calles, se hace más difícil encontrar la ruta. Entonces, pasamos a echar bencina y en la "gasolinera", aprovechamos para preguntarle a alguien. Había dos chicas como de nuestra edad que andaban por ahí y una de nosotras fue a preguntarles. De lejos se veían normales, pero...el pelo de ambas era platinado casi gris y escarmenado, además andaban con mini y panties rotas. Yo pensé por un segundo que eran putas o travestis y reí para mis adentros pensando la divertida escena que se aramaría cuando mi conservadora "roomie" se diera cuenta a quién le preguntara.

Pero, cuando la chica se dio vuelta, su cara sangraba y estaba llena de cicatrices y mi nerviosa compañera chilló de miedo...y luego se echó a reír...estábamos en pleno viernes de carnaval y las chicas no eran putas, ni travestis, ni víctimas de ningún psicópata, estaban disfrazadas de zombies. Creo que la escenita esa nos tuvo riendo como media hora. En todo caso, gracias a las "zombies", logramos llegar a nuestro alojamiento y dormir como tronco.

Al otro día, comenzó nuestro cultural fin de semana, visitando distintos museos e iglesias madrileñas, con dos excelentes historiadoras del arte como guías. El carnaval volvió a toparse con nosotras varias veces: niños y adultos disfrazados por todos lados. Pero, lo que nos hizo chillar de la risa fue un grupo de treintones vestidos de "gatitos" negros, con sus orejas, bigotes y colitas, gritando miauuuu. No comments.

Fue un buen fin de semana, que culminó con un domingo en El Escorial. Muchos cuadros, mucho arte, mucha Historia, un sinfín de historias, debates "filosóficos", recorriendo los pasillos de los museos, las naves de las iglesias, las callejuelas del Madrid antiguo (donde yo siempre me transporto al siglo XVI e imagino a Cervantes "gamberreando") y la plaza Mayor que, como siempre, nos esperaba con sus espectáculos callejeros. Hay españoles que odian Madrid, por feo, gigante y castellano. Es cierto que hay ciudades más bonitas en España. Pero Madrid tiene un "no se qué", que me fascina. Y aunque mis amigos navarros odian cuando digo esto, no hay nada que hacerle: me encantan los castellanos.