Mi naturaleza me traiciona. No sé porque, aunque intento perdonar y olvidar a los que alguna vez me hicieron daño, se me hace tan difícil. Cuando alguien me ataca o me hace mal, yo corto esa relación de raíz. Y, pasado un tiempo, intento perdonar. El problema es que mi buena memoria traiciona una y otra vez mis buenas intenciones. Talvez, la última vez que fui herida debí hacer caso a aquellos que me aconsejaban dar rienda suelta a mi naturaleza explosiva. Pero yo odio los escándalos y los conflictos. Y cuando alguien me ataca, yo me defiendo como una fiera. Pero, cuando me hieren, mi naturaleza explosiva se bloquea.
Hasta ahí, todo bien. Intento no recordar el episodio, ya que ha pasado algún tiempo. El problema es que en algún lugar de mi subconsciente, el tema está ahí, siempre presente y en sueños aparece. En ellos a veces yo actúo con esa gente como si nada hubiese pasado. Otras veces, descargo mi ira contra ellos. Y anoche el sueño dio un giro inesperado: me trataban de dar explicaciones. ¿Por qué me pasa eso? Si no me interesan sus explicaciones, no me interesa que me pidan perdón. Ya los perdonaré. No sé si estos sueños son mi forma de cerrar el tema de una vez. Además que cuando recuerdo lo que hicieron, más recuerdo los verdaderos amigos que me ayudaron y como todo fue para mejor.
A veces incluso me dan ganas de hablar con ellos de nuevo. Algunos de ellos ni siquiera se dieron cuenta de que me hicieron sufrir. A veces creo que en vez de huir, cortando el problema de raíz, no contestándoles los llamados ni los mensajes, los hubiese enfrentado. No lo hice porque creí que no valía la pena. Ahora creo que talvez sí. El problema es que yo, en todo lo que tiene que ver con relaciones de amistad, amor y familia, actúo impulsivamente, "donde el corazón me lleve", como esa novela italiana. En el plano laboral y académico en cambio, soy más reflexiva. Aunque en general, bastante espontánea. Por eso, en ese momento, sentí que debía alejarme. El escorpión ataca cuando se siente atacado. Pero, cuando lo hieren, su instinto de supervivencia es fuerte y huye, antes de que lo hieran más.
Si alguno de ellos alguna vez leyera esto, les diría que me desilusionaron profundamente. Y a mí, las desilusiones me descolocan. Porque aunque creo que en general la gente actúa de buena fe, me cuesta dar mi confianza. Y cuando alguien a quien le he dado mi confianza me traiciona, me siento vulnerada. Por eso me comporté de ese modo, huyendo a perderme. A pesar de que seguí viviendo en esa pequeña ciudad, donde era imposible no encontrarse. Hubo, de hecho, encuentros inevitables. Y fui muy fría. Les hice sentir mi descontento hacia su actitud. Después recibí un mensaje, exhortándome a perdonar y no dejarme llevar por el rencor. Pidiéndome explicaciones de por qué estaba enojada. Mensaje que, está de más decirlo, jamás contesté. Hoy, desde este blog, y quizás para que mi subconsciente me deje tranquilo, sin sueños de conflictos añejos, lo contesto:
Creí que lo que teníamos era una linda amistad. Pero me equivoqué. Porque la amistad es una relación recíproca de cariño, confianza y entrega. Siento que yo les quería, que yo me entregué y confié en ustedes. Pero no recibí lo mismo. Cuando me dí cuenta de ello, el dolor por la desilusión fue tan grande, que preferí irme sin despedirme. No me hablen de rencor ni de perdón. Yo quiero perdonarles. Y creo que lo estoy logrando. Pero, como buena escorpiona perdono, pero no olvido. No soy tonta, no me gustan las relaciones de ningún tipo donde lo paso mal. Y yo lo pasé mal. Me dicen que guardan un lindo recuerdo de mí. Me alegro. Porque pasamos momentos bonitos y a veces, aunque no lo crean, los recuerdo con cariño. No sé si algún día nos volvamos a ver o se aparezcan por aquí. Si lo hacen, son bienvenidos. Bienvenidos a conocer una parte de mí que nunca quisieron conocer. Porque, si lo hubiesen hecho, esta columna no tendría sentido.