Después de sanfermines, Pamplona volvió a la normalidad. Eso me gustaría decir. Pero, en realidad, después de las fiestas, la ciudad murió. Sí volvió a ser la ciudad tranquila, limpia y aburrida de siempre, pero más aburrida de lo normal. Es como Santiago en febrero, para los que alguna vez han tenido que quedarse allí. Casi todos los conocidos y amigos de vacaciones, muchas tiendas y locales cerrados por vacaciones y pocas actividades. Por suerte, yo estoy tan ocupada que, al menos durante la semana, no tengo tiempo de aburrirme.
Hablé con una amiga que tendrá un hijo en septiembre, y me contó las últimas noticias de mis compañeros de Universidad. Esos a los que, por distintas razones, ya no veo. sobre todo porque la última vez que lo hice, ví que nada teníamos en común y que muchos de ellos decían ser amigos cuando tenían algo que conseguir con eso, pero que a la hora de la verdad, no les intersabas. También me hizo darme cuenta lo mucho que han cambiado las cosas desde que los dejé de ver, cosa que me alegra, porque están más maduros y talvez, sólo talvez, menos interesados y más leales. A mí me da igual, porque para mí sólo son una anécdota en mi vida, salvo honrosas excepciones.
Es raro ver cómo las cosas cambian tanto en poco tiempo. Ver a mis amigas de toda la vida casadas, trabajando, llevando una casa y con hijos, es raro. Me da mucho gusto verlas felices, porque en general lo están, pero es chistoso. La niñita que tú viste llorar a los doce años, porque su mamá la dejó sin ir a una fiesta porque en el colegio la suspendieron por pésima conducta, ahora es una súper mamá, con una casa preciosa y súper estricta con sus retoños. La que era súper rebelde y escandalizaba con sus pintas, ahora es una señorita elegante y perfectita. Y la floja podrida, que pasaba cada año de milagro, una profesional exitosa.
A veces siento que todos cambian y yo sigo igual. Pero, he descubierto que eso es lo que uno cree. Porque a las que han cambiado, les parece que siguen iguales y que yo he cambiado. Porque en realidad, a veces uno cree que en cuatro años no ha hecho nada. Hace cuatro años egresé de Licenciatura en Historia. En estos cuatro años, estudié, viajé y trabajé. Algunas cosas siguen igual, pero sí ha habido una evolución. Aunque tenga síndrome de Peter Pan y me sienta todavía como una quinceañera, creo que igual, a pesar de todo, he madurado.