viernes, marzo 30, 2007

Seis Meses






Ya superé la nostalgia que me tuvo prisionera durante todo el mes de marzo. Un mal que combatí tratando de tener el menor tiempo libre posible, para no enrrollarme con "pajas mentales". Y me funcionó, ya parece tema superado. Sobre todo porque entre medio, violé mi promesa de no pensar y se me ocurrió hacer una instrospección, para analizar las causas de mi nostalgia (porque yo soy cero tristona, en general soy alegre, aunque sarcástica, irónica y mal genio) y llegué a la feliz conclusión de que todo había sido circunstancial.
Me sentía así porque decidí no dejar este país hasta haber cerrado completamente el ciclo: es decir, no volver hasta que tenga mi título en la mano. Lo que significó un cambio de planes, ya que pensaba quedarme hasta julio y ahora me quedo hasta octubre. Y también significó empezar a hacer la tesis desde ya, porque si antes pensaba hacerla a distancia, ahora la haré aquí. Eso me hizo disminuir mi tiempo libre y hacer que me desvelara un par de noches, al no poder definir bien cuál es mi tema. De a poco, a medida que voy investigando y leyendo, mi tema va apareciendo, es como que se estuviera gestando y yo no fuera la única implicada en ello, como que va revelándose de a poco. A ver qué sale, ojalá sea bonito y de ahí les cuento.
Lo que me tenía también muy nerviosa era que mi niño se estaba titulando y yo no estaba ahí para acompañarlo. Por suerte, salió todo bien. Después, él estuvo de cumpleaños. Tengo unas ganas locas de verlo y trato de no pensar en todo el tiempo que falta para eso. Mientras tanto, el Internet y el Skype son nuestros mejores amigos.
Por último, descubrí que había otra variable que no había tomado en cuenta hasta entonces; la crisis de los seis meses. Llevo seis meses en este país. Aunque, tuve mi escapadita navideña, que me hizo andar con una sonrisa de oreja a oreja un mes entero, igual se echa de menos estar allá. A pesar de que las últimas noticias me pintan mi ciudad como un caos insufrible, allá está lo que más quiero, a pesar de que Santiago sea fea (tiene zonas bonitas, pero es fea, hay que decirlo), contaminada, gigante y caótica. Ahí vive la gente que más quiero en el mundo y ahí he vivido casi toda mi vida, por eso la quiero.
Lo de la crisis de los seis meses es algo que a todos los inmigrantes nos pasa. Dicen que el asunto viene por ciclos: un primer mes durísimo, los tres meses vienen con una primera crisis (que yo, por mi viajecito a Chile no tuve), después a los seis meses y así. Cuando supe eso, me relajé, porque caché que el asunto se me iba a pasar solo. Y, como gracias a Dios no soy depresiva, decidí no hacerme mucho caso y mantenerme ocupada.
¿Y les confieso algo? Este mes lo pasé increíble.

domingo, marzo 18, 2007

El Velo Pintado



Ayer fui a ver esta película al cine. Protagonizada por Edward Norton y Naomi Watts, nos muestra la historia de esta mujer inglesa que se casa sin estar enamorada con un bacteriólogo que trabaja en Shangai, que a pesar de que la ama locamente, es incapaz de demostrarlo. Me hizo sufrir mucho este amor tácito que tiene él por ella, llevándolo a tener actitudes incomprensibles, como perdonarle su descarada infidelidad, a cambio de llevársela a un poblado rural, infestado de cólera. Todo esto ambientado en la China de 1925, época de las revueltas nacionalistas, que manifestaban violentamente su descontento por cualquier extranjero en su país.

La actitud de él nos lleva a odiarlo en un momento. Creemos que sólo siente desprecio por su mujer, que la encuentra tonta o inútil. Pero en realidad el pobre no es más que un reprimido, que trata de ser "el hombre perfecto", correcto y educado, intentando hacerla feliz con regalitos, pero sin la pasión que ella necesita. Por eso ella lo engaña con el galancete inglés de Shangai y cuando su marido lo descubre, le hace saber que se irán de la ciudad. Ni un grito ni palabra de reproche. Yo ahí me empecé a desesperar. Me parecía imposible tanta represión, tanta indiferencia. Uno llega a pensar que por las venas de ese hombre no corre sangre.

A medida que la película va desarrollándose, vemos que el pobre hombre se refugia en su trabajo, que no es nada agradable, porque por muy bonito y altruista que nos parezca intentar salvar a una aldea que se muere de cólera y no entiende una palabra de lo que dices, la realidad es muy distinta. Yo ahí empecé a sentir admiración por él. Porque sería incapaz de hacer algo así.

Es raro lo que puede hacer la gente por amor. Y esta película es un gran ejemplo de ello.

Sin Palabras


Hace tiempo que no posteaba. Y no por falta de tiempo, ya que siempre encuentro algún minutito para escribir unas líneas. Pero es que no tengo nada qué decir. Es así de simple. Después de mi columna sobre la nostalgia sentí que había expresado tan bien todo lo que estoy sintiendo y todo lo que me está pasando, que me fue imposible escribir otra cosa. Porque durante semanas he estado un poco sumida en la nostalgia (¿será la crisis de los seis meses?) y me parecía injusto para los que me leen seguir pegada en ese tema y malo para mí, encerrarme en ella. Por eso, he optado por mantenerme lo más ocupada posible, saliendo, estudiando, haciendo planes, etc. Cosa de llegar cansada en la noche y dormir plácidamente. Y durante el día, vivir la filosofía del Carpe Diem al máximo.

Lo he pasado muy bien en estos meses en Pamplona, realmente he aprendido mucho, he conocido mucho y he conocido gente espectacular. Han sido seis meses muy buenos. Y cuando tuve la oportunidad de volver a mi casa para Navidad, fue precioso. Porque me dí cuenta de que todo seguía como si jamás me hubiese ido. Y fue rico, muy rico. Saber que los que quieres siguen muy bien con su vida allá, pero no te olvidan. Y yo tampoco los olvido. Los llevo siempre presente.



miércoles, marzo 07, 2007

Nostalgia

Una vez leí que la nostalgia era el "dolor del retorno". Siempre me ha parecido que "nostalgia" es una palabra muy bonita. Mucho más expresiva y poética que "echar de menos". En este vocablo viene implícita una carga emocional muy fuerte. Para mí, la nostalgia está muy relacionada con el amor. Porque sólo de lo que amas, o de lo que amaste, puedes sentir nostalgia.
Es así como ahora yo siento nostalgia por mi país, mi familia y sobre todo, por él. Pero no lloro cuando lo pienso. Ya no. Porque la nostalgia se presenta hoy como algo positivo. Al sentir nostalgia por todo lo que dejé atrás al venir aquí, me doy cuenta de las cosas maravillosas que me esperan a mi regreso. Y eso me da más fuerzas para continuar esta aventura.
Si la nostalgia es el dolor del retorno o del recuerdo, es un dolor que asumo con alegría, porque esos recuerdos son preciosos. Los recuerdos de 23 años vividos en Santiago de Chile. Allá están todas mis historias familiares, las bonitas, las alegres, las tristes y las tensas. Mis ocho años de pololeo, la historia de "un amor a prueba de todo", como me dijeron una vez. Mis 14 años en el Colegio, donde muchas veces quise mandarlos a todos a la mierda, donde a veces creí que la mitad de lo que me enseñaron no me serviría para nada, pero donde también conocí a gente que me acompaña hasta hoy. También están allá mis seis años de Universidad. Época de mucho aprendizaje y formación académica. Años de amistades forjadas allí que pensé que serían eternas. La vida se ha encargado una y otra vez de demostrarme que nada es eterno.
Dejé allá también ese fatídico 2002. Cuando creí que el mundo se me venía encima, cuando el piso me tembló y me ví indefensa e impotente ante todo lo que ocurría frente a mis ojos. Cuando deambulé por un desierto entre tinieblas. En medio de toda esa oscuridad hubo una luz que nunca se apagó y que me guió hasta el final del camino. Hubo veces que sólo era un puntito brillante diminuto en medio de la oscuridad y creí perderla. Pero jamás se apagó. Una luz que hoy brilla con más fuerza, a pesar de las distancias.
Aunque dejé mi ciudad, escenario de todas estas vivencias, las historias continúan. Sobre todo mi historia favorita, esa que se inició un 26 de marzo de 1999. Un encuentro casual, una conversación agradable, unas miradas amistosas, pero sólo fue una noche más. Luego, unas llamadas por teléfono, más encuentros casuales y un 10 de abril, una invitación. Un par de salidas, unas miradas, unas indirectas muy directas y la incertidumbre. Esa que te hace andar nerviosa, cuando esperas ansiosa junto al teléfono, cuando te cambias ocho veces de ropa buscando verte linda, pero no demasiado arreglada. La idea era mostrar cierto interés, sin ser demasiado obvia. Hasta aquél 2 de mayo. Una noche de risas y baile. Después, una declaración de amor eterno y el primer beso.
Una historia que hoy sigue vigente. A pesar de mil problemas, a pesar del tiempo y la distancia, de peleas, indecisiones, viajes, proyectos frustrados y muertes de seres queridos. Un amor a prueba de todo. Porque a pesar de los altibajos, el balance siempre ha sido positivo. Porque me siento orgullosa de él, de sus logros y me río con sus tonteras. Porque acepto que es un ser humano como cualquier otro y no lo contemplo celebrándole todo lo que hace.
Una vez escuché que "Amar significa no tener que pedir perdón". Estoy en absoluto desacuerdo. Un amor de pareja entre dos seres perfectos sería un absurdo. Es necesario equivocarse y que el de al lado nos lo diga. Eso hace que seamos mejores personas. Pedir perdón a quien amas es la mejor forma de aprender. Y haciéndole ver a quien amamos que se equivocó, teniendo él que pedir perdón, lo ayuda a crecer como persona. Creo que uno NO debe aguantarle todo a su pareja. Pero tampoco creo que debemos sobrecargarlos de exigencias de perfección. ¿Hasta cuándo las actitudes contemplativas? ¿Hasta cuándo las exigencias de perfección a la pareja? No me interesa tener un hombre perfecto. Me moriría de la lata y además, si me exige que sea perfecta, lo mando a la mierda.
Pero, volviendo al tema de la nostalgia, creo que el dolor que implican mis recuerdos es por mis ganas de revivir los que son felices y más queridos, o por estar allí, en el lugar de los hechos y sus protagonistas. Eso me hace echar de menos a mi país. Pero sobre todo, mi nostalgia mayor es por él, que me ha acompañado durante estos ocho años, a pesar de todo y que siempre ha sido como una luz que está siempre presente.