martes, enero 23, 2007

"Errores Pequeños"

Estoy furiosa. Hoy, como todos los días, revisé por Internet los diarios chilenos. Y me encuentro con la continuación de esa vergonzosa teleserie que fue el caso chiledeportes. Ahora no sólo resulta que ese organismo, cuyo objetivo es apoyar el deporte nacional, en realidad financiaba campañas políticas para engordar aún más a nuestros "honorables" políticos, dejando sin recursos a nuestros deportistas. Hoy nos hemos enterado que su presidenta tenía su currículum vitae adulterado. Y ella, por suerte decidió renunciar, alegando que era un "error pequeño".
¿Cómo va a ser un pequeño error MENTIR sobre sus logros profesionales, al dirigir un cargo público, que más encima se ha visto tan desprestigiado en los últimos meses?
A lo mejor ella considera que el hecho de no estar titulada no es impedimento para ejercer un cargo público y por eso tratan de bajarle el perfil a la situación. Y estoy de acuerdo: una persona puede estar en un puesto altísimo, haciendo su pega de forma excelente. Porque, para trabajar bien, más que un título, se necesitan conocimientos (que pueden adquirirse sin estudiar, el título es un simple certificado de que los posees), pero, más que nada, esfuerzo y talento.
Lo que a mí me molesta es la mentira, avalada por el Gobierno. No sé qué creer: si el Gobierno fue engañado (lo que los deja pésimo, ya que averiguar si el CV de una persona es falso o no, no cuesta mucho) o si apoyaron esta farsa. Porque estudiar un semestre de filosofía no es lo mismo que ser licenciada en filosofía. La diferencia "sólo" son 7 semestres más, y una tesis o examen de grado.
Cuando leí el titular que decía que los antecedentes de Depassier estaban cambiados, yo pensé que ella era egresada y se decía titulada. Eso habría sido más perdonable. Porque creo que la diferencia en conocimientos entre el egresado y el titulado no es mucha. Pero, cuando ví que sólo había cursado un semestre, lo encontré una soberana patudez. Es como que yo dijera que soy periodista, cuando sólo estudié un año de periodismo y se me eligiera editora de un medio, con referencias falsas. Talvez, podría hacerlo bien, porque algunas nociones de periodismo tengo, pero no podría ser tan fresca de inventarme un título que no saqué. Sobre todo, por respeto a los que sí hicieron la carrera entera y se titularon.
Eso me molesta de este caso: no que la funcionaria no esté titulada. Eso da lo mismo. Su cargo es de la exclusiva confianza de la presidenta y ella puede colocar ahí a quien le venga en gana, considerando lo mejor para el país. Ya hemos visto que en Brasil el presidente no tiene título universitario, lo mismo algunos ministros bolivianos. No hay ninguna ley que establezca que deban tenerlo. El título tampoco es una garantía de un buen o mal gobierno. Hasta hace unos siglos, era muy poca la gente con carrera universitaria y eso no impedía tener buenos gobernantes, muchos sin títulos.
Me molesta la mentira y que el gobierno se haya prestado, por complicidad o por falta de curiosidad (lo que me parece casi igual de grave) a un mentira. Porque eso es lo que no soporto. Recuerdo que el otro día Pepa Valenzuela habló en su excelente columna del LUN sobre los apitutados como uno de los males de nuestro país. Le encontré toda la razón: mucha gente llega a altos cargos por tener buenos contactos y no los méritos. Algo muchas veces injusto y peligroso, porque se corre el riesgo de contratar a ineptos. Pero, por último, si uno llega a un cargo por pituto, por lo menos hay que ser honesto y reconocerlo, dando a conocer cuáles son sus logros. Y si no tiene ninguno, esforzarse por demostrar que llegó con un currículum pobre, pero que su excelente gestión le hará mantenerse y ser el mejor. No inventarse títulos. Eso es último.

miércoles, enero 17, 2007

"Pequeña Cuatroojos"

Después de leer la última columna de Borrego, se me ocurrió escribir la historia de una tímida niña, obligada a usar anteojos desde que entró al colegio más cuico y superficial de Santiago. Había una vez una linda guagua de un año y medio, muy regalona de papá y mamá, como buena hija mayor. Un día, mamá le estaba dando la comida, cuando uno de los ojitos verdes de su guagua "se fue hacia adentro". La madre, muy asustada, consultó a varios especialistas. Hasta que uno de ellos, una oculista muy inteligente, pero de mal carácter, le diagnosticó un "estrabismo esporádico" y le dijo que debía ser operada lo antes posible, ya que el nervio ocular se desarrolla hasta más o menos los ocho años. Después de eso, el mal era irreversible.
Así, a esta niña la operaron de los ojos a los cuatro años. Un par de meses antes de empezar el Pre-Kinder. Obviamente, al principio no veía nada y la mamá habló con la parvularia, diciéndole que fueran comprensivos, ya que estaba recién operada. Y para reforzar la visión de su ojo intervenido, la solución de la brillante oculista fue ponerle un parche en el ojo sano. Algo que en la oftalmología sería espectacular, pero para la psiquis de una niña de 4 años que comenzaba su vida escolar rodeada de niñas preciosas, pero muy crueles y preocupadas por la apariencia física, fue fatal.
Después de usar el maldito parche hasta los 8 años, la niña recuperó casi toda la visión que había perdido con el estrabismo. El costo fue volverse mal genio, intolerante ante las burlas y aprender a pelear y a atacar de vuelta a quienes molestaban. también aprendió, desde pequeñita, a no discriminar a nadie por su aspecto físico y a darse cuenta de que las cosas que sus compañeritas tanto valoraban, como la apariencia y las cosas materiales, no lo eran todo.
Como ya había enfrentado no sólo usar anteojos y ser catalogada de "nerd", sino que además el anteojo tenía un parche y con eso se convertía en "freak", cuando se le declaró el astigmatismo y la miopía a los 16 años, volver a los anteojos no fue tan terrible. Además, a los 11 comenzó con la tortura de los frenillos, cosa que no es tan problemática en un país con tan mala dentadura como éste (las compañeritas cuicas también los usaban).
La segunda etapa con anteojos no fue tan terrible. Más cuando la niña estaba pasando por una etapa pseudointelectual y los anteojos le daban una apariencia interesante, como niña matea, pero bonita. Lo de los anteojos pasa a ser algo esclavizante: que no ves nada sin ellos, que se te caen, que se rompen, que no me saques la foto con ellos puestos, etc. Pero, llegada cierta edad, uno ya sabe sacarse partido y además se da cuenta que puedes ser mina, simpática y nada de nerd, aunque seas lo más cegatona del mundo.

Mi País Inventado

En mi largo viaje de vuelta a España aproveche de leer. Uno de los libros que leí fue "Mi país inventado", de Isabel Allende. Un libro que, según recuerdo, pasó sin pena ni gloria por nuestras librerías, a diferencia de otras obras de esta simpática autora. Porque más allá de las críticas intelectuales que se le puedan hacer, como que si copia o no a García Márquez o si es una creadora de bestsellers en lugar de una gran literata; hay que reconocerle que es simpática y que su estilo narrativo es entretenido, algo irónico y ágil.
En este libro, Isabel Allende nos muestra su visión de nuestro país. Yo, como estoy viviendo fuera de Chile hace tres meses, cuando ví este libro en la librería de un aeropuerto, me bajó una especie de "nostalgia patriótica" y lo leí. Y me gustó, me entretuvo e hizo mi viaje más ameno. Me hizo reir y hallé en su prosa muchos aciertos. Aunque, no estoy de acuerdo con todo lo que ella dice y a veces se le nota que en los últimos 30 años sólo viene de visita. Porque creo que ciertas percepciones de nuestra sociedad corresponden al pasado. También hallé ciertas inexactitudes históricas, y obviamente, muchas de sus opiniones son muy distintas a las mías. Pero, el resultado final me gustó y por eso, le perdono esos errores. Sin duda, no es lo mejor que ha escrito, pero me hizo reír a carcajadas. Y eso siempre se agradece.
Leer ese libro hizo que me planteara la posibilidad de alguna vez escribir "mi" país inventado. Porque viviendo afuera, son muchos los que te preguntan por ese país tan angosto y tan largo, al sur de Sudamérica, ese país, como lo indica su nombre en quechua "donde se acaba el mundo". Un lugar que cada cierto tiempo aparece en los diarios, sobre todo por su "alocada política", a pesar de que nos jactamos de ser mucho más estables que varios de nuestros vecinos, bautizándonos como los "jaguares" o los "ingleses" de Sudamérica, epítetos que a mí, una acérrima patriota, me dan mucha risa. Porque está bien que seamos orgullosos de ser chilenos, que amemos nuestro país o que reconozcamos nuestras fortalezas. Pero, no hay para qué ser tan soberbios, menos cuando tomamos esa actitud tan despectiva hacia el resto de Latinoamérica.
Lo que sí puedo decirles es que viviendo en España me dí cuenta lo agradable que es vivir en Chile. Yo acá lo he pasado muy bien y no quiero caer en la melancolía del chileno en el extranjero, añorando las empanadas o el pastel de choclo. Pero, hubo algo del libro de Isabel Allende que llamó mucho mi atención: destacó esa mala costumbre que tenemos de quejarnos de todo. Y es así, lo reconozco y soy un gran ejemplo de ello, lamentablemente. Y estando afuera me dí cuenta que nos quejamos más de la cuenta. Nos falta ser más gozadores, como son los españoles o más alegres, como los brasileros. Porque con un país de clima bastante agradable, con una geografía espectacular y rico en recursos naturales, que nos hacen comer muy bien, deberíamos andar contentos por la vida, gozando lo que tenemos: un país precioso.